Lo que Pokemon me enseño sobre los amigos muertos
El profesor Oak me preguntó si era chica o chico. Quise decirle que el género era un fraude, así como la educación universitaria, pero me conformé con el halago de haberme dicho andrógino. Con el bigote de tres días encima nunca pensé verme remotamente femenino, pero supongo que la que es guapa es guapa, ¿seré una chica linda?
Al final tuve compasión del hombre y le dije que era un chico. Pueblo Paleta está distinto. Mi madre sonríe, pero la siento triste. Hoy me voy. No recuerdo haber estado mucho tiempo. No es la primera vez que dejo sola a mi madre, ni será la última.
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Fuera de la pantalla de mi gameboy, tengo mi propio pueblo Paleta, sólo que lo llamo Mexicali, y también tengo una madre a la que dejo sola periódicamente. Ahora la acompaño porque enfermó de COVID-19. Un virus es un mal de esperas. Mi función durante su convalecencia fue esa, esperar y cocinar comidas para mis hermanos en las que me imagino como madre. He decidido volver a jugar Pokemon mientras espero a que hierva un caldo de pollo. Pico finamente unas hojitas de albahaca y después me dirijo al laboratorio del profesor Oak.
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Ahí está esperándome. Un chico que me insulta con cariño y me quita la cachucha. Su nombre es Mario y no estaba consciente de lo mucho que lo extrañé. Es el día de escoger otra vez a nuestro primer pokemon. Mario se burla de mí, pero me deja escoger primero. No lo tengo que pensar mucho. Siempre he escogido a Bulbasaur y hoy no será la excepción. Acaricio al reptil planta. Todavía es huraño, pero seremos grandes amigos, como lo fuimos siempre. Mario escoge a Charmander y me dice algo de que quiere quemar mis bosques. Lo ignoro e intento irme. Mario me detiene. Quiere tener una batalla. Yo no, pero supongo que es lo que toca.
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Mi madre ha sanado. Me pide que le lea el tarot. Me preocupa su tirada. Está llena de espadas. Le digo que vienen muchos pleitos. Se queda seria y cambia el tema. Me pregunta si no quiero ver a mis amigos. Si quiero, pero me preocupa traer la plaga escondida entre los huesos. Calladita, esperando el momento propicio para reventar nucas. Le digo que pronto los veré. Siento que si me ven no me conocerán. Que mis ojos tienen otra textura y mi rostro se mudó. Me miro al espejo. Soy un torso gordo y sin mueca. Consulto el tarot. Caballero de espadas. Toca ir directo a la batalla, aunque caiga de hocico hacia el barranco.
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El Charmander de Mario es mas fuerte que mi Bulbasaur. Tiene sentido, el pobre tiene semblante de que prefiere escarbar buscando trufas. De alguna manera ganamos. No peleé honorablemente y Mario lo sabe. Se va enojado. Ahora empieza mi viaje.
Debo aclarar que estoy jugando con las reglas de Nuzlocke. Esto consiste en que un pokemon derrotado equivale a un pokemon muerto (i.d. lo tengo que borrar al llegar al siguiente hospital pokemon)[1], aparte sólo puedo capturar a una creatura por ruta. Esto hace que sea posible perder por completo el juego[2].
Atrapo a un pidgey de ojos llorosos y un nidoran morado a quien le gustan los cariñitos (algo muy problemático por su veneno, pero todo lo que amo me tiene que matar, si no, no me sabe). También capturé a un rattata que no terminé de conocer porque murió envenenado en Ciudad Viridian. Nunca dije que fuese bueno jugando. Mario me vuelve a encontrar y me mira con desaprobación.
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Cada tanto me gusta pasear por mi colonia en Mexicali cuando no hay pendientes en la casa y el sol no atenta contra mi vida[3]. Tuve un par de amoríos a unas cuadras. Me pregunto si viéndome de reojo saldrán a decirme hola, o si mi rostro y mi cuerpo evolucionaron y estoy de plano irreconocible. Algo reconfortante en Pokemon es que los cambios de cuerpo siempre son buenos. Quizá la estética sufra de repente (e.g. el majestuoso y elegante Dragonair convertido en la botarga con alas llamada Dragonite), pero al menos los números nos dicen que son más ágiles y más sabios tras el cambio. Pienso en mi rostro de hace cinco años y lo comparo con las primeras semillas del envejecimiento que germinan en el actual, ¿evolucioné para bien? Ya no quiero ser académico y la filosofía me parece mayormente una pérdida de tiempo[4]. La mayor parte de lo que leo me aburre y los antidepresivos modificaron brutalmente mi libido. Todavía lloro por las mismas cosas. Sigo mayormente solo, pero estoy en paz con ello. Sigo llorando por la misma persona.
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Me encuentro en Pueblo Lavanda. He perdido a muchos compañeros y quiero rendirles tributo en la torre pokemon. Nidoran evolucionó en un Nidoking muy rápido y salvó al equipo varias veces, sin embargo, murió por descuido de mi parte ante un Dugtrio que hizo temblar la cueva. Nidoking nunca dejó de confiar en mí. No dudó en protegerme. Me dolió más de lo que tenía contemplado. Ahora pretendo dar una oración virtual por su alma de ceros y unos.
Estaba desanimado, y a decir verdad no tardé en abandonar la partida. Aun así, acabé al menos de derrotar a los líderes de gimnasio y me enfrenté al ave legendaria Moltres. Para entonces me invadió una desazón ridícula si consideramos que estaba dirigida a un juego para niños de doce años. Ni siquiera intenté atrapar a Moltres. Lo derroté y lo vi volar en silencio. Apagué el juego. Pensé brevemente en la decepción de Mario al vencer a la élite 4 y no verme llegar nunca a retarlo.
No es la primera, ni la última vez que lo decepciono.
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Mi madre pregunta por qué no me quedo más tiempo mientras empiezo a buscar un vuelo de regreso a la Ciudad de México. A decir verdad, no tengo una respuesta clara, pero no puedo quedarme. Prometo volver en diciembre. Pueblo Paleta-Mexicali cambia a pesar de si mismo, y me aterra que ya no me reconozco aquí. Me aterra aún más no reconocer a la gente que enterré aquí.
Resulta que hubo un Mario de carne y hueso. Un cuerpo de corazón y hueso y pan atorado en las muelas. Un cuerpito de metro y medio que tocaba los bongos y que me introdujo a las comedias de Mel Brooks cuando teníamos catorce años. Mario murió hace diez años, siete años más que los que fue mi mejor amigo. Ahora le tengo miedo pues al enterrarlo hice promesas que ni con Dios suspirando en mis tendones puedo cumplir, porque no soy la persona que las hizo y me preocupa ya no ser la persona que lo amó. Estebanair evolucionó a Estebanaite, pokemon tipo anhedonia, que le llora a un nombre descarnado. Cada llanto es una parodia del anterior.
Otro Mario que me espera en un lugar al que yo no voy a llegar por puro desánimo.
La muerte es algo tan chistoso que, aun cuando no tuviste que ver en ella, encuentra la manera de encajarte culpas. Creo que es el confort que encuentro en las reglas del nuzlocke. Al menos aquí la muerte es mi pura responsabilidad y tengo algo de control sobre ella. También, aquí siempre encontraré a Mario y no perderá nunca la esperanza de verme como campeón de la Liga Pokemon.
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Empiezo un juego nuevo.
Pueblo Paleta es un lugar distinto.
Volveremos empezar y siempre nos quedaremos esperándonos el uno al otro.
Te juro que tu muerte jamás me hizo dejar de creer en ti.
Esta vez te prometo llegar.
¿Prometes tú que recordarás cómo es mi rostro?
Esteban López Arciga, Octubre de 2020
[1] Viva la socialización de la salud pokemon.
[2] También hay que ponerle nombre a cada pokemon, pero por vergüenza de los nombres estúpidos que elegí los omití de este texto.
[3] Es octubre y seguimos con temperaturas de 40 grados. Dios no quiere que nadie viva en este páramo.
[4] No se enojen conmigo, de todos modos leo a Hegel.