Reseña: Mentiras que no te conté // Elma Correa

SANTA LORRIE, TODAS QUEREMOS ESCRIBIR COMO TÚ

Elma Correa
Mentiras que no te conté
Editorial UDG,
2021, 104 pp.

“A propósito, he estado siguiendo y disfrutando tu trabajo. Está mejorando: se vuelve cada vez más profundo y más enfermo”. Lorrie Moore recibió este cierre en una carta en 1994. Quiso creer que la última palabra era entero, que su escritura estaba más entera, más completa de alguna forma. Pero no, era más enferma. Su amigo decidió elogiarla con la enfermedad.

En 2011, llegó a mis manos Lados B de NitroPress. Una antología de narrativa escrita por mujeres. Ahí aparece un cuento de Elma Correa, a quien, por cierto, acababa de conocer. Cuando terminé de leerlo, tenía el estómago revuelto y un poco de náuseas. Yo no entendía nada de teoría literaria ni de narrativa, pero el texto me había provocado algo. “Qué cosa tan enferma acabo de leer”, pensé.

Mentiras que no te conté (Editorial UDG, 2021) es el segundo libro de cuentos de Elma Correa (Mexicali, ¿?). En él se encuentran ocho cuentos protagonizados por morras jóvenes que, en su mayoría, podemos identificar fácilmente como habitantes del norte del país. Decepciones amorosas, migración, fiesta, amigues, cerveza y violencia son algunos de los elementos que componen las historias de este libro. Elma toma su experiencia como mujer, como norteña, como clase mediera, para crear relatos que exponen la realidad de la frontera de México – Estados Unidos. Y lo hace por medio de ocho textos sólidos, enteros, cargados de acción e imágenes que crean un escenario perfecto para el caos.

Hay dos formas de presentar e interpretar el norte en los relatos de este libro: el norte como tema y el norte como paisaje. En el norte como tema, entran cuentos como La balada del Two-Face o Un cuento de violencia, donde no podemos concebir dichas historias en otra ubicación geográfica. El primero de estos —situado en la ciudad de Ensenada, Baja California—, un grupo de amigas tiene un fin de semana de terror al toparse con unos narcos que incorporan a su fiesta porque se dejan seducir ante el poder. En el cuento, encontramos cervezas, mariscos estilo Sinaloa y rolas de banda que nos dejan claro que la playa es más que arena y sol. En el segundo, un grupo de morras que ya perdieron el miedo y con nombres que hacen honor a su origen del Valle de Mexicali, el cual colinda con el estado de Sonora, deciden hacer justicia por mano propia. Un espacio desolado, lleno de calor y tierra y armas y dólares sucios. Ambas historias, pues, necesitan de estos elementos para presentarse: el norte es prácticamente un personaje más.

En el norte como paisaje, encontramos cuentos como The Curse of the Sikuaka Heart, Mercurio retrógrado, All Tomorrow´s Parties y No van a sentir nada. En el primero y el último, vemos a los personajes atravesados por fenómenos que se han vivido en los últimos años en el noroeste de México, por ejemplo, la migración haitiana. En ambos cuentos, se mencionan hombres que salieron de Haití después de los conflictos políticos y desastres naturales de la década pasada. Jeoffrey y Simeon son dos haitianos que provienen de contextos diversos: por un lado, un padre amoroso que no se olvida de mandarle dinero a su familia que sí logró llegar a Canadá, pero que es, también, un mujeriego; por el otro, un joven científico con una fuerte convicción y una nostalgia aletargada. Estos fenómenos norteños subyacen la trama principal del cuento. Las historias se enmarcan en ciudades fronterizas, encontramos elementos una y otra vez que nos remiten a Mexicali, la capital del estado de Baja California.

El término paisaje lingüístico lo escuché por primera vez de la lingüista Etna T. Pascacio Montijo, profesora-investigadora de la Facultad de Idiomas de la UABC. El concepto hace referencia a las representaciones lingüísticas que aparecen en el espacio público de un lugar determinado (letreros, señalamientos, publicidad, etc.). En su caso, el trabajo de investigación de Etna se centra en el paisaje lingüístico de la lengua cucapá en la zona de Mexicali y su valle. Correa no es lingüista, pero sí una investigadora de los fenómenos socioculturales del norte: conoce Mexicali, su historia reciente y su fundación. Por lo que encontramos en su escritura una suerte de paisaje, si bien no lingüístico, sí cultural, mucho más amplio que solo involucrar las lenguas que se hablan en la región. El norte como un paisaje cultural. Esto es muy evidente en el cuento All Tomorrow´s Parties, uno de mis favoritos del libro. Selena sufre por amor. ¿Quién no ha sufrido por amor? Pero lo sufre en un bar determinado de una ciudad determinada en un momento determinado. Quienes somos de Mexicali sabemos cuáles son esos puntos determinados. Yo jamás quedaría de verme con un exnovio ahí ­­—aunque sí he ido con exnovios ahí­—. A lo largo de todo el texto, Correa hace un ir y venir entre el Mexicali de principios del siglo XX y el actual, una ciudad que no ha dejado de recibir migrantes, una ciudad que se ha moldeado poco a poco a estos procesos, y que ahí, en su ahora llamado centro histórico, confluyen esas divergencias: migrantes, descendientes chinos de varias generaciones y ahora jóvenes de clase media y media alta que, tal vez sin saberlo, gentrifican la zona y desplazan a quienes siempre han tenido que desplazarse, desde sus países natales hasta el punto más al norte de un espacio geopolítico producto de medidas neocolonizadoras. En los cuentos de Elma identificamos un paisaje cultural: chinos, haitianos, migrantes centroamericanos, mexicanos…

Dice Mieke Bal que el texto narrativo se compone de tres aspectos: narración, descripción y tesis. En All Tomorrow´s Parties, aparecen estos tres aspectos de una manera magistral. Las descripciones del centro histórico de Mexicali se funden con la narración y el pensamiento, las ideas de una armonía entre los contrastes de un pueblo norteño. No somos la cosmopolita Tijuana ni la bella cenicienta de Ensenada ni el pueblo mágico de Tecate. Somos una capital olvidada. En el resto de los cuentos, este equilibrio entre los elementos es menos evidente. Son, en su mayoría, cuentos llenos de acción, donde todo el tiempo los personajes están haciendo o viviendo algo. Y esto tiene mucho sentido porque Elma es así, porque Elma se aburre fácilmente. Porque con Elma siempre está pasando algo.

Tal vez el cuento que más rompe con lo anterior —y con la fiesta y la cerveza y el norte— es Fantasmas. Aun así, no se libra de presentarnos esta complicidad entre morras. Junto con All Tomorrow´s Parties es de mis favoritos. Adela es una joven con un Trastorno de Conducta Alimentaria (TCA). Adela está en un hospital. Adela no se está recuperando. El texto maneja una profundidad y un ritmo propio. Desarrolla al personaje principal y las complejidades de vivir con un TCA con una sensibilidad justa para no caer en la romantización ni en la cursilería. Tal vez es por el narrador y el tiempo que decide Correa para este cuento lo que permite explorar estas dicotomías de ser conscientes de nuestras desgracias pero ser incapaces de detenerlas. Fantasmas es el cuento donde Elma nos dice, “hey, puedo hablar de lo que quiera, como yo quiera, porque no dependo del norte para escribir”.

El libro cierra con Un cuento de violencia. Terminé su lectura y pensé enviarle un mensaje a Elma. Como concluye Lorrie Moore en su ensayo Sobre escribir, en la escritura, lo enfermo y lo mejor están bastante cerca. Un cuerpo enfermo es un cuerpo vivo, inquieto, lleno de complejidades. Un cuerpo sano es un cuerpo estable, no hay mucho qué decir de la salud. Hay mucho qué decir de una escritura enferma. Tal vez por eso Fantasmas, donde tenemos a un personaje principal enfermo, es un texto con dimensiones y profundidad, un texto que sostiene al libro entero por sí solo. Si sí le hubiera escrito a Elma en cuanto terminé Mentiras que no te conté, seguro le habría escrito algo tipo:

“A propósito, he estado siguiendo y disfrutando tu trabajo. Está mejorando: se vuelve cada vez más profundo y más enfermo, (y más entero también)”.

Karla Michelle Canett (@michellecanett).
Marzo de 2022
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