Reseña: Entre los rotos // Alaíde Ventura Medina

FOTOS Y RECUERDOS COMO DIRÍA LA DIOSA SELENA

Alaíde Ventura Medina
Entre los rotos
Premio Mauricio Achar / Literatura Random House,
2020, 170 pp.

Soy una ávida usuaria de Twitter. Es mi segunda red social favorita antecedida solo por la dulce y muy blanca Pinterest. Si bien esta última se convierte en un escape a mi realidad y permite que me pierda en diseños de interiores, plantas, paisajes, vestidos, recetas y demás ideales que nunca voy a conseguir, también me hace sentir como pararme frente a la vitrina de una tienda de postres y sufrir por no poder comerme todos a la vez. Por otro lado, Twitter es una ventana a ideas, pensamientos e interpretaciones, una contraposición de perspectivas que, en la mayoría de los casos, nutren mis experiencias y pensares; es como caminar en Semana Santa por un malecón lleno de restaurantes de mariscos donde todos te dicen que su coctel de camarones es el mejor: da curiosidad, pero te abruma a la vez.

            Entre los rotos (Premio Mauricio Achar / Literatura Random House, 2020) es la segunda novela de la escritora mexicana Alaíde Ventura Medina (Xalapa, 1985). La obra narra la vida íntima y familiar de una joven mujer por medio de la colección de fotos de su hermano menor. Como ese momento cuando tu madre saca el álbum de fotos de tu niñez para enseñárselo a la pareja que le acabas de presentar y dejarte poquito en una especie de vergüenza que conmueve. Solo que, en el caso de la novela de Ventura, cada fotografía tiene detrás recuerdos e historias dolorosos producto de un núcleo familiar atravesado por la violencia. Cada imagen nos lleva a sentir las cicatrices de la protagonista las cuales, por más que trata de huir de sus memorias, brotan con agudeza y claridad al ver esos retratos que su hermano guarda y que ella no logra comprender por qué.

            Comencé a seguir a Alaíde (@amiguiz) en Twitter mucho antes de descubrirla como autora de novelas. No solo su prosa es impecable, también domina a la perfección otros dos géneros literarios de los que soy devota: el tweet y la traducción. Llegué a ella por el primero, me convertí en su fan con el segundo, pero me atrapó con su blog Pizza y yogurt, en Este País. Seguir a Alaíde en Twitter es como encontrar a ese promotor que te da un respiro y no te presiona para que te quedes a comer en su restaurante: te da una muestra como las de Costco y ya tú decides si te llevas el producto o no. En alguno de sus tweets menciona que se siente como cuando se está en la mesa del comedor y busca llenar esos silencios (sin que tengan que ser necesariamente incómodos) que se provocan en las discusiones que se dan en esa red social de vez en vez. La actitud fresca y desenfada que Ventura muestra en sus redes contrasta con los temas que aborda en su novela en torno a la violencia doméstica y las consecuencias de quienes lo viven, sobre todo, en los menores. La protagonista de su obra parece llevar mejor que su hermano esos estragos de años de abuso: él decide reprimir hasta sus palabras; ella trata de llenar esos vacíos con más palabras, tal como la misma Alaíde en Twitter.

            Entre los rotos se compone de tres partes, cada una marcada por el crecimiento de la narradora. La primera y más extensa comprende la niñez de la protagonista y su hermano Julián. La segunda es la más corta y retrata la vida de la joven en una ciudad nueva a la cual se muda para estudiar. La tercera y última describe la vida de Julián y su hermana mayor viviendo juntos lejos de la casa de sus padres. Cada capítulo se compone de las historias de las fotografías que la narradora encuentra, así como de notas que parecen arbitrarias —listas, acepciones, viñetas—, pero que logran adentrarnos y conectar con las vivencias de la protagonista. Como un tablero de pruebas en la pared de algún Departamento de Policía —lleno de fotos, recortes de periódicos, descripciones, mapas y notas— o un colorido perfil de Pinterest. Por medio de esto conocemos no solo a ella y a su hermano, sino también a sus padres, a sus abuelos, a sus amigos y a los Memos —como la narradora nombra a sus parejas sentimentales.

La novela de Alaíde nos lleva al núcleo íntimo y privado de una familia en un lugar que nunca se menciona, pero que podemos inferir que se trata de Veracruz. En un país como México, que cuenta con cifras altísimas de violencia doméstica, hablar de esto es hablar de la realidad de millones de familias. Somos un país acostumbrado al dolor. Ventura imita la estética de un álbum familiar de antes de los dosmiles, cuando todavía debíamos llevar los rollos a revelar y esperar que las fotografías salieran tal como las captamos en nuestra mente, para abordar las memorias dolorosas a los que se enfrenta la narradora, las cuales, incluso, se vuelven más fuertes conforme pasan los años: el dolor físico, en la mayoría de los casos, se va en un tiempo; el daño psicológico permanece, aprendemos a vivir con él. Y en ese aprender cada uno lo hace de maneras distintas. Entre los rotos nos retrata también eso: dos personas marcadas por la violencia de dos formas diferentes. Ni la protagonista ni su hermano, cómplices desde la niñez, enfrentan las secuelas del abuso del mismo modo.

            En una clase de la maestría hablamos del mutismo selectivo. La persona no habla porque no quiere hablar, no porque no pueda. O al menos no porque sus órganos no funcionen, sino porque no le responden. Una de las principales causas es la ansiedad. Son niños, en la mayoría de los casos, que no se sienten cómodos y, por lo tanto, no pueden hacer uso de su voz. El único síntoma es el silencio. Julián, el hermano menor de la narradora, entra en un proceso parecido dentro de la novela. Él decide guardarse sus palabras, pero, al mismo tiempo, también decide conservar una serie de fotografías que evocan los recuerdos que lo llevan a su silencio. Una persona muy cercana a mí es amante de la fotografía. Le pregunté qué es lo que tanto le gusta de esta y su primera respuesta fue: puedo hacer mis propios recuerdos. Capturamos lo que no queremos olvidar, pero, al mismo tiempo, los recuerdos los podemos hacer. Moldeamos nuestra memoria y, en occidente, las imágenes resultan imprescindibles para ello. Julián se priva de su voz, pero no de su vista, al contrario, la cela al punto de gastarse todo su dinero en rollos e impresiones. De ahí que su hermana se cuestione tanto por qué decide guardar esas fotografías, ¿qué quiere recordar Julián con todo esto?

En más de una ocasión, Ventura ha descrito su forma de escribir como encender una licuadora y verterle ingredientes que parten de lo real: recuerdos, anécdotas, historias, cosas que ha escuchado o vivido. El resultado es una obra de autoficción o una ficción con muchos elementos de la vida propia. Pero ficción, al fin y al cabo. Seguirla en redes sociales me permitió conocer a su familia a través de sus publicaciones. Con ello le di una cara a los personajes de su novela. Debo decir que me caen mejor los de la vida real, aunque esta —diría Margo Glantz (@Margo_Glantz), otra gran maestra del género literario del tweet— sea también una ficción.

Karla Michelle Canett (@ArreLaQueBarre).
Agosto 2020
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La segunda novela de Alaíde Ventura Medina puede adquirirse en el portal de megustaleermx, dando clic aquí.

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