Nunca vi Candy, Candy. Los animes que me tocaron en el Canal 5 fueron otros: Ranma 1/2, Dragonball, Pokémon o Sakura Card Captor. Pero escucho con nostalgia a las generaciones arriba de la mía hablar de Candy, Candy. Todos lo resumen en lo siguiente: un dramón. Tal vez algún día lo mire acompañada de un paquete de pañuelos desechables, pero mientras eso sucede, leeré este poema de José Zenteno Aguilar.
En este texto, Zenteno nos muestra una de las funciones del arte: empatizar. Identificarnos y hacernos sentir. Ayudarnos a guiar nuestras emociones. La pérdida de un ser amado, del amor de alguien a raíz de la muerte, es equiparable a la pérdida del amor de un padre al descubrir quienes somos realmente.
K.M.C.
Candy, Candy
“Todos morimos más veces
de las que podemos contar.”
—Antonio Reyes Carrasco
Cuando Anthony se cayó del caballo y murió Lloré Lloré junto a Candy por haber perdido al único amor sincero de su vida ¿Cuántos amores sinceros llegamos a tener? Candy fue huérfana Nunca tuvo un primer —supuestamente— amor Desde que empezó a crecer en aquel orfanato de monjas buscó una razón inexistente para vivir —sobre— No es apropiado comparar nuestros dolores Pueden ser los mismos —o no— pero nos carcomen de manera diferente Por eso no me comparo con Candy Nuestra orfandad es distinta ¿Qué tan frágil es el amor incondicional para que se desvanezca con unas cuantas lágrimas? 2 Mi madre compró Candy, Candy en el centro con el señor que juraba “todo es clonado” Compramos de los pocos recuerdos de su infancia antes de que llegara a darse cuenta que la verdadera desgracia de Candy no era ser huérfana La mirábamos de cinco a siete de dos a tres capítulos hasta que el tiempo la agobió y necesitaba descansar más para resistir el día siguiente del día a día del siguiente al siguiente “Antes los dejaba ver esa pendejada por ti” “El niño tiene ocho años imita todo” “Imita el llanto y los niños no lloran” “Por tu culpa se volverá extraño, rarito” “esa caricatura es de viejas ¿quieres que tu varón sea una?” Escuché antes de tocar la puerta del cuarto de mis padres para mostrarle a mi madre —siempre sólo a ella— el dibujo dorado que hice Pero algo me dijo que no entrara 3 El día en que Anthony se cayó del caballo y murió Lloré Lloré junto a Candy por un supuesto amor verdadero e incondicional que ella perdió y el que yo llegué a perder días después —aunque aún no me caía del caballo— Cuando me encontraron bailando y cantando el opening de la serie —las veces que me sentía sólo— algo que los hombres no deberían hacer
José Zenteno Aguilar nació el 25 de febrero del 2001. Estudiante. Ha sido publicado en revistas digitales e impresas, antologías y selecciones literarias. Edita junto a su gato una revista llamada Estrépito. Se especializa en discutir con desconocidos en Facebook y emputarse con la vida. Pendejx para vivir.