Dios te presta su cuenta de Netflix
Aunque ahora pierdo la mayor parte de mi tiempo buscando anime que utilice imagenería católica en medio del gore, durante la mayor parte de mi vida el tema religioso no me despertó nada interesante. Creo que fue por ahí del 2008 que descubrí el musical Hedwig and the Angry Inch que me interesó la espiritualidad no como una serie de ritos de pena ajena hechos por un hombre en sotana, o como aforismos de un hippie blanco con rastas apestosas, sino como una praxis que mueve cuerpos disidentes, como una tela transparente que lo mismo le daba visiones a Santa Teresa que junta a un montón de travestis a rezar por alguna hermana enferma. La teología entonces me llamó la atención como un espacio para teorizar esos hilos invisibles en los cuerpos presentes, pues al final una espiritualidad de inspiración cristiana o abiertamente cristiana[1] se resume en la construcción de un cuerpo como rompecabezas, a partir de imágenes o de su ausencia. El cuerpo que prometía harto y luego se fue para prometer por siempre.
Dios, Nueva Temporada, escrito por el teólogo Raúl Méndez Yáñez y el poeta y crítico de cine Samuel Lagunas, es un ejercicio de análisis a partir de los nuevos cuerpos Dios construidos a partir de películas de terror domingueras y el jugueteo de identidad sexual en Ranma ½. El libro combina los estudios audiovisuales con reflexión teológica y jugueteo ensayístico. Se trata de un texto que lejos de tratarse de un texto de divulgación, contrae algunas pautas para analizar los lazos espirituales que se encuentran en el entretenimiento que consumimos. Si Nietzche afirma que Dios no terminó de morir porque todavía creemos en gramáticas, Lagunas y Méndez nos exhortan a creer en las gramáticas teológicas que se esconden en los huesos de nuestro episodio favorito de Naruto.
Veo un catecismo sarcástico y hasta cierto punto desencantado con los distintos papeles de la iglesia. El libro se vuelve más interesante en esos momentos que juega con teologías heréticas que nos pintan una imagen escurridiza de Cristo. Una chica zombie, Harry Potter o hasta un Lucifer bisexual pueden encarnar el divino cuerpo en distintos momentos. No existe un trabajo de divulgación condescendiente que busque simplificar conceptos teológicos como quien cree tontos a los niños al hablar del cielo y el infierno. Los conceptos teológicos fluyen en toda su complejidad, pero se afianzas de escenas de cultura pop, de tal modo que las doctrinas de salvación se integran orgánicas a las aventuras de Sabrina la bruja adolescente.
Cierro el libro con ganas de pensar en el imaginario religioso de Naruto. Aunque el desencanto no me permite acercarme a la teología sin afilar primero los dientes, creo en la existencia de Dios, acaso tan solo por hacer más picante la posibilidad de la blasfemia. Dios, Nueva Temporada ofrece la oportunidad de poner ese nombre de cuatro letras y obligarlo a chutarse un maratón de Friends en diazepam. Matar a Dios es muy fácil, prefiero tenerlo vivo y viendo repeticiones de Glee.
[1] No digo judeocristiana, porque el judaísmo tiene matices propios en los que no pienso ahondar. Tampoco digo abrahámica porque no sé ni MERGA del islam.
Dios, nueva temporada fue publicado por Juanuno1 y puede adquirirse aquí.