Reseña: Akata mikuy // Alberto Cisnero

Un aullido salvaje y lejano: sobre Akata Mikuy
Por Diego Sampo

Akata mikuy es la escritura de un frente poético, una marca en la que Alberto Cisnero trabaja sobre el límite una escritura del presente, hilvanando palabra a palabra, saltando de una orilla a otra con pie seguro, flotando sobre una superficie cuya fragilidad tiene la futilidad de un tiempo despojado de toda coordenada. Como si su preocupación en cada huella fuera no tanto buscar una forma y un contenido sino levantar el rastro de una genealogía que permanece en los intersticios de una lengua madre.

Levantar las paredes para la construcción de un frente es obrar palmo a palmo con el ladrillo, la argamasa y la cuchara de quien sabe diseñar una escritura que se escuche como un aullido salvaje y lejano. Es un grito de los ancestros porque el título del libro, en su lengua original, el quichua, representa una forma originaria y colectiva que quiere ofrecer un ritual y un testimonio a la vez: delimitar un territorio para una voz orillera. No sólo es un grito físico y gutural, también es la marca de la lengua que se desnuda para una forma de pensamiento cuyo arco voltaico abarca desde el presente hasta el trazo de una mano que grabó hace treinta mil años en la oscuridad de una caverna la figura de un animal salvaje (ahora voy a cantar mi propia canción, canalla/ y popular. mientras me dispongo a huir, / como un viejo, a los recuerdos).

Esa marca es la voz de un pliegue doble y único a la vez. Por un lado, parecería que Cisnero no leyó nunca a nadie. Que no tiene la necesidad de viajar a esa patria del escritor a la que suele recurrirse. Lo que encuentra el lector en sus versos es una deconstrucción del lenguaje que no sucede a menudo. Hay recuerdos tanto esporádicos como fugaces, pero la materia con la que da rienda suelta a sus poemas se halla procesada en una estilística que muta una y otra vez como una forma encadenada a un agujero negro. En este sentido la no escritura del pasado no prefigura una ausencia sino más bien la presencia de un vacío por el que todos los argumentos caen sino guardan relación con aquello que es descentralizado, impío y marginal. Hay un silencio que fija a la vez que desestabiliza un Yo porque si en cada poema del libro hay una inclinación materialista no es sólo porque corresponda de manera estricta a bordes que linden con lo social, lo político o lo real, sino porque se percibe una sonoridad que complejiza una forma de leer y porque se pasa del éxtasis del rito a la complejidad de los sentidos.

Pero la señal más importante es la de que todo registro es la práctica de un ejercicio opositor que resiste.

 Esto es lógico si se piensa que el título del libro remite a un poema donde define la incertidumbre ante el recuerdo de una lengua originaria. Hay un Yo escurridizo y una memoria fugaz; una conciencia sutil del acto de escribir y una segunda persona que señala con el índice los bordes de otro que está ahí, en la escritura y fuera del libro, en la genealogía (¿ya oscureció? ¿estás enfrente ahora? ¿dónde/ estabas en los levantamientos del año uno del siglo?).    

Lo que importa, ahora, es el rasgo, la grafía que marca un territorio: el grito. Esto no es casual, la tendencia de toda escritura poética será materialista o no será. Hay una práctica de un ejercicio opositor que resiste. Tiene una impronta política y una autonomía propia del arte porque nos recuerda aquél viejo artefacto que se construye y se libera a la buena suerte de un recorrido transhistórico. En esa liberación traza una elíptica irregular, propia de un lenguaje desorbitado. En ese recorrido fuera de secuencia funciona como una máquina que arroja sus esquirlas para todos lados. El efecto que produce en el lector es devastador porque el sentido nunca es continuo ni único; y sin embargo su potencia sigue ahí, sumiéndonos en su belleza. La eliminación del artefacto es tanto la aniquilación del sujeto como el nacimiento de la poesía (me canto a mí mismo. a lo que tengo de débil/ e inadaptado. es el cruce de los caminos, chicos./ en mi propio beneficio y para el lucro de cualquier/ otro. es mejor guardar el debido silencio).

Entonces no basta, Akata mikui es un grito ahogado en una caja de cartón, aplastada y sostenida desde afuera por una mano que se opone a su salida y a su fuerza porque sabe que es la única fuerza real. En ese trazo atrapado se encuentra su peligrosidad y su desgarramiento. Si escapa (siempre lo hace) libera su espíritu, lo desprende para que su tránsito sea el de un lumpen sin dirección, pero con un solo propósito: tomar una posición sólida. En este libro, los objetos, el conjunto de imágenes y la memoria, los versos y lo que se desprende de sus pensamientos, son aprehendidos desde una escritura orillera hacia múltiples perspectivas.

La historia de la poesía argentina tiene una larga lista de grandes libros. Aquellos que funcionan como un órgano preexistente, donde el dedo de una mano señala la perturbación de las funciones vitales poniéndolas a prueba. Donde el lector necesita adrenalina extra para no arrojarlo al aire.

Y es que un rito tiene esa exigencia: la de girar una y otra vez alrededor de un tótem hasta entrar en un estado que roza el delirio y el encantamiento. Este es, sin duda, uno de esos libros.


Selección de poemas

 1-
 ahora voy a cantar mi propia canción, canalla 
 y popular. mientras me dispongo a huir, 
 como un viejo, a los recuerdos, como un aspirante 
 literario a la poesía que vende en subasta pública 
 todo cuanto le es vergonzoso y que cualquiera evitaría
 escribir hasta en la necrológica de un sucio amigo. 
 somos pocos. nuestra vida es ruda. ¿si me apresto 
 a descripciones realistas de los hechos? 
 pregunten en manuales de estilo para eso. 
 o léanse la recherche de nuevo. igual siempre voy 
 a preguntarme si estará lloviendo en tu rancho, 
 si al librar su secreto tu corazón al fin resistirá. 
 pero carezco por completo de ideas, salvo 
 acerca de la práctica, de una expresión personal, 
 una identidad, un deseo estético heredero 
 de un sectario que no hace negocios, ni compra 
 tierras ni trafica con impuestos: con palabras, 
 infrascritos, con palabras. fomentar la intranquilidad 
 y el desorden. consigo y con los otros. y cada cual
 a su pirca. la primera vez distinguimos el inicio 
 de la noche por cierta zozobra. y nada quedó
 del mundo que habíamos conocido. entonces 
 todo nos parecía posible, todo se mostraba efímero.  

*

 2-
 ¿ya oscureció?¿estás enfrente ahora? 
 ¿dónde estabas en los levantamientos del año uno 
 del siglo? sentado junto a la ventana aprovecho 
 la última luz del día para escoger un paisaje de juventud 
 que incluya ventolera y flores sobre la maleza. 
 y digo con la mano en el corazón que una palabra 
 no es la rama de los chañares meciéndose, ni delatan 
 su presencia perfume o color entre los cuatro 
 márgenes que nos ocupan. siempre nos supimos 
 de afuera, exiliados. negros con rito y todo. 
 escribir nos resulta una vocación difícil, una ferocidad 
 práctica y visible, demasiado lejana como para partir 
 hacia algún lado o malignar un recuerdo. ¿por qué 
 escriben como si la tierra girara?¿ya nadie lee 
 a los poetas del siglo de oro español?¿la llamada 
 distancia crítica? no sé bien qué pasa acá, debajo 
 de la cursiva. a través de la bruma de los años 
 llamamos amor a tantas cosas: un accidente, 
 una herida o un anhelo. crecen donde no hay nada 
 certero. mutan sus formas, concluyen espacios.  

*

 10-
 me canto a mí mismo. a lo que tengo de débil 
 e inadaptado. es el cruce de los caminos, chicos. 
 en mi propio beneficio y para el lucro de cualquier 
 otro. es mejor guardar el debido silencio 
 cuando entra a fallar una gracia. con frecuencia
 podés conseguirte otra. somos de la vieja estirpe, 
 de la más dura alevosía. si algunos de nosotros, 
 alcohólicos y penitentes, cae enfermo o tiene 
 problemas, podemos llamarnos. desde nuestros 
 corazones siempre nos estamos diciendo 
 bienvenido a casa, estuve lejos demasiado 
 tiempo pero regresé vivo. somos autores 
 de los hechos sin ser sus cómplices. 
 acá se paga en la puerta de salida. 

Diego A. Sampo (Provincia de Córdoba, Argentina) se desempeña como docente en la escuela pública de enseñanza media. Ha ejercido también la docencia en el nivel terciario en “Literatura Griega y Latina” y “Literatura en lengua Extranjera I”. Lee y escribe permanentemente. Ha publicado artículos diversos que van desde la poesía, la narrativa y el jazz. Actualmente trabaja en dos novelas cuya corrección parece (y tal vez lo sea) no terminar nunca.

Alberto Cisnero (La Matanza, Argentina, 1975) publicó: El límite de la materia (Ediciones Ruinas Circulares,2012 y Barnacle, 2015),Tagsales (Encausto,2013), Adiós y hasta pronto ( Dio Fetente, 2013), El movimiento obrero granizado (Barnacle, 2014), Robé un auto para trasladarme a las soledades vivientes (Barnacle, 2015), Drugstore (Barnacle, 2015), Ajab (Barnacle, 2016), Oquei, gracias (Barnacle, 2017), Las casas (Barnacle, 2018), Forma parte de mi guerra (Barnacle, 2019) y Akata mikuy (Barnacle, 2020). Sitio web: www.albertocisnero.wix.com/home

Akata mikuy fue publicado por Mora Barnacle y puede adquirirse aquí.

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