Crecí en el norte de México y la música norteña acompañó fiestas, carnes asadas, cumpleaños y los festejos navideños. Mi familia, como la de muchos bajacalifornianos, proviene de Sinaloa. La banda es otro de los géneros predilectos en las reuniones familiares. Por eso leer este texto de Muñuzuri Camacho —Camacho, tal como se apellidaba mi abuelo materno— es reecontrarme con mi niñez. Con las mujeres de mi casa preparando la comida, con los tíos poniendo el carbón, con los primos jugando futbol al ritmo de Valentín Elizalde.
En este texto, Muñuzuri explora tres canciones icónicas del género regional norteño mexicano que tienen como protagonistas mujeres que se salen del canon, pero que, extrañamente, son más familiares de lo que quisiéramos reconocer: la mujer que defiende su relación de pareja y su familia, la que baila y ríe y disfruta la vida, y la que dice sin pelos en la lengua lo irresponsables afectivamente que son los vatos.
K.M.C.
¿De qué mujeres hablan cuando suena el acordeón?
Mientras la gente dormía y la madrugada todavía pintaba el cielo de azul oscuro, se acercaba la hora de conectar el estéreo, prender las bocinas y poner un casete. Mi abuela preparaba los alimentos que más tarde iba a vender en las maquiladoras al son de la música de banda y norteño. Parecía que las ventanas danzaban una a una, casi a punto de explotar por el volumen tan alto. La música elevada, las manos calientes y el rodillo para hacer tortillas de harina eran lo que mi abuela necesitaba para cocinar la venta. No le importaba que los vecinos escucharan, ella tenía que trabajar y, para hacerlo de buena gana, había que escuchar música.
Yo llegué tarde a la música norteña. Por un tiempo la rechacé porque la asociaba con la clase y con el mal gusto; no sabía que eso también me alejaba de mi abuela. Aunque no siempre estuve periférica a la música regional mexicana —ya que estuvo presente en mi crecimiento, durante las reuniones familiares o con las amistades—, fue cuando estuve lejos del norte que comencé a escucharla sola, que empecé a pensar en la banda como una experiencia. La combinación rítmica del acordeón, la tuba, la trompeta y las tarolas no solo hace que mueva mi cuerpo, sino que también me hace recordar el baile cachete con cachete[1] con mi papá, y en las cervezas que acompañan el karaoke de madrugada cuando solo se reproducen las canciones de este género musical.
Ya metida en el goce de la experiencia musical de escuchar banda, curiosa por oír las voces y las historias de quienes cantaban, comencé a poner atención a la manera en que aparecían las mujeres en sus letras, para después husmear sobre el lugar que las mujeres han hecho para sí mismas en este género musical. De ahí vienen La Chona, La Gran señora y La Yegua, tres figuras alegóricas en mi recorrido por el regional mexicano.
La Chona es una canción de Los Tucanes de Tijuana que con su frase célebre “¡Arriba yo, mi apá y la Chona!” pone al centro el protagonismo de esta mujer que sale, baila y la pasa bien. No tiene llenadera porque siempre va a los bailes y en su mano lleva una botella.[2] A la Chona le gusta la fiesta con banda y otros ritmos, de ahí que siempre busque con quien bailar. La Gran señora[3] es una señora de edad, madre de familia, que se pelea con otra mujer, “la intrusa”, por su hombre. Esta señora está dispuesta a agarrarse a madrazos por amor porque “la intrusa” —más allá de su juventud, cuerpo y cara bonita— necesita de lo que ella, la gran señora, tiene —experiencia y familia— para mantener a un hombre a su lado. La Yegua[4] nace de un cariño vencido por un amor que perdió vigencia entre una pareja. Desde el enojo, la rabia y la decepción, Alicia Villarreal insiste en que, aunque ella fue lo mejor que le ocurrió a la vida de este hombre, a la Yegua “le faltó jinete”.
Este trinomio de canciones, con sus diferentes ritmos, representan las historias de tres mujeres distintas: la que sale de parranda, la que cuida y defiende, y la que muestra hartazgo. Tres roles de mujeres que frecuentemente están ausentes en las canciones de banda y norteño, ya que, de manera usual, las mujeres son reconocidas por su belleza, pureza, pasividad y dulzura. Las mujeres en la música regional mexicana son fuente de inspiración de las canciones que cantan los hombres, desde la santidad hasta el pecado. La figura de la mujer santa es aquella que exalta el amor, la felicidad, los buenos sentimientos: quienes redirigen el camino de los hombres hacia el bien. Mientras que las mujeres pecadoras son aquellas que sonsacan el camino de los hombres hacia la aventura y promueven el desdén y la traición.
La paradoja está en que entre el bien y el mal hay poco lugar para que las mujeres sean y se narren de otra forma, ya que terminan posicionándose en alguno de esos dos lugares. Esta posición no está determinada por ellas mismas, sino que son los demás quienes ahí las acomodan. Además, este lugar cambia según cómo se califique los hechos que realice la mujer. De esta manera, la mujer aparece, frecuentemente, como una persona idealizada en las canciones de banda y norteño que cantan los hombres.
La Chona, la Gran señora y la Yegua, con su poca prudencia y desatino, rompen estos modelos. Ellas no piden perdón ni permiso: son mujeres que beben, cantan, bailan, se quejan, que sienten y lo expresan. Estas tres representaciones nacen de diferentes escenarios: desde la felicidad, la fama y la aclamación, la Chona baila; desde la rabia e incitando a la violencia, la Gran señora reclama una infidelidad, y la Yegua, harta, rebelde y orgullosa, decide terminar una relación. La felicidad, la fama, la rabia, la rebeldía y el orgullo son cualidades que pocas veces se ven representadas en las figuras femeninas dentro del género regional mexicano en la música.
Fragmentar los discursos tradicionales en la banda y el norteño implica reconocer que las mujeres tienen su propia voz y, al mismo tiempo, hacen interlocución con otras en escenarios particulares, como mi abuela cuando cocina. Estas canciones se bailan, se cantan y hasta se dedican. La cualidad catártica de la música regional mexicana se mantiene, pero alude a otras formas de sentir para las mujeres. Abrir camino para que las mujeres tengan un nuevo papel en la música regional mexicana no solo implica desmontar el histórico de idealizaciones femeninas presentes en las canciones de banda y norteño, sino que también abre la posibilidad para que ellas sean protagonistas de sus propias historias.
Con la seguridad que sostiene Jenni Rivera cuando canta La Gran señora y dice: “vas a comprender y respetar quién soy” y cuando Alicia Villarreal se cuestiona “pero ¿quién te entiende? Ni tú te comprendes ni sabes qué hacer, quieres que la mujer se someta a su hombre, por algo ha de ser”, la Mariposa de barrio[5] y la Güerita consentida[6] aseguran que la música norteña y de banda cantada por mujeres se trata de tener el micrófono, contar sus historias y encontrarles nuevos significados al hacerlas públicas a través del canto. La experiencia de la música regional mexicana cantada por mujeres se vuelve un ejercicio de recordar para volver a narrar, y narrar para poder traducir, y traducir para significar.
Mi abuela escuchaba estas canciones en su cotidianidad: al cocinar, al limpiar y también al tomar el sol sentada en su mecedora. Quizá ella no pensó en lo mismo que yo cuando escuchaba banda y norteño, ella simplemente escuchaba, tarareaba y cantaba algunos fragmentos de estas canciones mientras se fumaba un cigarro, como si el tarareo le trajera recuerdos. Lo que sí es cierto es que la música regional mexicana fue protagonista de muchas de sus historias. Me gusta pensar que esa es otra de las posibilidades que puede traer la música de banda y norteño cantada por mujeres: nuevas formas de contar los recuerdos y de revisitar las memorias. De ahí que yo piense en mi abuela cuando escucho banda y norteño, pero también sea uno de los medios que escojo para establecer contacto con lo que extraño.
[1] Expresión que utiliza mi padre para aludir al baile de canciones de banda en pareja, frecuentemente, entre un hombre y una mujer, en el que un cuerpo se pega al otro, ambos unidos por el cachete de cada persona.
[2] La canción alude a una botella, pero yo quiero pensar que La Chona sabiamente escogía una caguama.
[3] Canción escrita y producida por Jenni Rivera.
[4] Hago referencia a la canción que lleva por nombre Te quedó grande la yegua de Alicia Villarreal.
[5] Jenni Rivera, también conocida como la Mariposa de barrio o la Diva de la banda.
[6] Otra de las maneras con las que se nombra a Alicia Villarreal.
Mónica Muñuzuri Camacho (Mexicali, 1994). Morrita cashanilla estudiando en la CDMX. Le hace a la psicología y estudia un posgrado en género en El Colegio de México. Le pone picante a todo, cocina en sus ratos libres y, para explicarse lo que vive, escribe. Le interesan los temas del cuerpo, las emociones y las subjetividades.
Amo el texto.
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