No soy fan de Taylor Swift

Anda, Taylor, equivócate, sé humana, sé normal

No soy fan de Taylor Swift. Me cae un poco mal para ser honesta. Es rubia, rica, religiosa. Tal vez esto último no tanto, pero sí viene de un contexto conservador americano que asocio con los antivacunas y el asalto al capitolio. Yo reniego de lo anterior. Yo no soy fan del pop. Yo no idealizo a una mujer blanca. Yo soy diferente.

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Taylor Swift nació en Pensilvania. Se mudó a Nashville, Tennessee para seguir su sueño de ser artista country y ahora es una de las más grandes artistas pop de todos los tiempos. También es compositora. Canta y escribe. Y es estúpidamente millonaria. Yo nací en Mexicali, Baja California. Más allá de un par de estancias relativamente cortas, siempre he vivido en la misma casa. Soñaba con ser una escritora famosa, pero creo que ya no. No canto, sí escribo pero no canciones. De niña sí, tengo un par de composiciones inéditas en algún cuaderno que debe estar en el basurero municipal. No sé bailar (Taylor Swift tampoco, ya tenemos algo en común). Soy estúpidamente norteña y clase media.

Maldi tasea. 

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El primer álbum de Taylor salió en 2006. Yo iba en secundaria. Las dos éramos adolescentes. Taylor Swift me lleva tres años y medio. Menos de lo que me lleva mi hermana mayor. En ese entonces, Swift usaba el cabello rizado (otra cosa en común). No recuerdo haber escuchado las canciones de Swift en la radio hasta que iba en la preparatoria. Me parecía cheesy, muy cursi, muy popera. No me gustaba. Demasiado basic para mí. You Belong To Me y su look con lentes y niña teta. Insoportable. Mejor me voy a la biblioteca a leer algún libro del Boom.

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Tenía algo en contra de esas cantantes country cristianas poperas que no sabía explicar. Tampoco soportaba a Miley Cirus. El drama alrededor de capitalizar su imagen de niña virgen me causaba náuseas. Aunque yo también lo era y venía de un contexto donde se me había enseñado lo mismo. Crecí entre servicios dominicales y escuela bíblica. Iba a campamentos cristianos. Prometí que le entregaría mi virginidad a mi futuro esposo que todavía no conocía. Oraba todas las noches y leía la biblia. Pero, por alguna razón, Miley y Taylor me caían mal.

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Crecí, dejé el cristianismo, me puse a leer autores que no eran del Boom. Taylor Swift sacó Reputation. Escuché más sus canciones en la radio. Canté algunas. Ya no me caía tan mal, pero me caía mejor la Miley que renunció tajantemente a su pasado. Taylor todavía se veía muy cuidada. La sentía impostada. Yo quería los trapos sucios. Y ella siempre lavaba muy bien todo a mano antes de ponérselo para alguna alfombra roja. Anda, Taylor, equivócate, sé humana, sé normal. Algo malo tienes que los novios siempre te dejan (otra cosa más en común).

Pero no.

Nada.

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El viernes salió la Taylor’s Version de Red y el short film All Too Well. No soy fan de Taylor Swift, pero sí soy fan del chisme y el mitote, y claro que me puse a escuchar el álbum y vi el corto. Una muy joven adulta (de veinte casi veintiuno) tiene una breve relación sentimental con un hombre de casi treinta. Es prácticamente una adolescente. El corto es dulce, honesto, escrito y dirigido por una mujer (esto es muy obvio, sobre todo, en la escena de sexo que nada tiene que ver con las escenas de sexo dirigidas por hombres). Por Taylor Swift, quien vivió esa historia diez años atrás. Un vato mayor le rompió el corazón diez años atrás. Un vato mayor me rompió el corazón diez años atrás. Taylor, nena, I know what you’ve been through.

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Odiaba a Taylor porque me recordaba a mí. Odiaba a Taylor porque me recordaba lo que era y no quería ser. Tenemos más en común de lo que quisiera aceptar. Hago un repaso de su vida, su discografía, lo que nos cuenta por medio de ellos y me veo ahí: la niña cristiana con un sueño y una promesa, la adolescente a la que le rompieron el corazón, que después tuvo muchos novios y relaciones fallidas, que vivió todas las etapas del duelo en una semana, que se acercó al feminismo y entendió su pasado, que seguro es obsesiva como yo, pero también ha aprendido a reconocerse como eso que es, como esa esencia que estaba ahí desde siempre y que no tenía que ver con su pasado conservador, es ñoña y cheesy y aburrida en cierto sentido y está bien, es bonito y está bien, que ahora está en una relación estable y le canta al amor y está rodeada de amigas y de gente que la quiere y se mantuvo después de sus procesos.

El short film All Too Well no se trata de echarle leña al fuego al odio a Jake Gyllenhaal, se trata de un proceso de madurez. Taylor lo entendió después de años y lo vemos en el corto. Era una adolescente en medio de una relación de poder con un hombre mayor. Un tipo de relaciones al que estamos acostumbradas. Somos demasiado maduras para los chicos de nuestra edad. Pero no, nada de eso, somos adolescentes en busca de compromiso y relaciones serias porque ya somos adultas. Apenas nos estamos conociendo, apenas estamos entendiendo cómo funcionamos, cómo nos sentimos ante ciertas circunstancias, ciertas acciones. Y viene un pelotudo a explicárnoslo, a decir cómo nos debemos sentir, cómo lo debemos hacer.

Estoy harta.

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Le preguntan a Taylor que si qué cree que piensan las personas de las que habla en sus canciones ahora que está regrabando sus viejos álbumes. Ella contesta que, la verdad, ni siquiera ha pensado en ello. Porque regrabar sus viejos álbumes no se trata de ellos, se trata de ella. Se trata de un proceso para recuperar su música. Su arte. Sus recuerdos. Su memoria. El legado que ha formado por medio de sus canciones. Taylor dice que está contenta de hacer estas regrabaciones. Que ahora todo es chill y felicidad y mojitos. Que hace diez años lloraba entre descansos y entrevistas. Es liberador regresar a su música sin que duela.

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Estoy trabajando en un texto autobiográfico / ensayístico / medio novela / autoficción (estos géneros híbridos tan de moda hoy en día) sobre un momento y circunstancia particular de mi vida que comenzó hace unos diez años. Un tema que dolió fuerte. Ya no, pero los estragos siguen a mi lado. Todavía veo a mi pareja a los ojos y le pido paciencia. Luego, hago chistes y recapitulo lo que he aprendido en estos años. Abro otra cerveza y seguimos con nuestras vidas. Me imagino una escena parecida entre Taylor Swift y Joe Alwyn, su novio actual (con las evidentes diferencias, obviamente).

No me convertiré en millonaria con ese libro, pero tal vez resuene en la vida de algunas mujeres tal como All Too Well de Swift.

Tal vez sirva para reconciliarnos con nuestro pasado.

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Esta no es una férrea defensa a Taylor. No la necesita. Además, sigue representando ciertos valores hegemónicos. No es su culpa: es un sistema y ella se beneficia de este sin que lo pida; pero también ese sistema se encargó de tacharla de zorra, puta, intensa. Puedo imaginar lo que significó para ella recibir esos comentarios siendo aún una recién joven adulta. Porque los llegué a escuchar. Porque a mí también me lo dijeron. Porque tuve que pretender que no sentía nada, que estaba bien, que era madura para mi edad. Que era cool que no me importara o que sintiera poco. Aunque, claro, sentía mucho y sentía fuerte. Pero Taylor, a diferencia de mí, no lo ocultaba: ella lo decía abiertamente en su música. Ella no menguaba su ola de emociones. Ella le hizo un álbum completo a ese ex abusivo porque él le pidió que no le escribiera una canción. Yo, en cambio, duré años sin contar lo que había pasado y justificando sus acciones. Yo no era honesta con lo que sentía. Yo pensaba en él antes que en mí.

Ya sé que ustedes son diferentes, que a ustedes no les interesa el chisme y los problemas de la gente blanca, menos de los gringos güeros, y no se pondrán a escuchar el nuevo álbum ni a ver el corto. Pero a mí la verdad sí, yo no discrimino cuando se trata de chisme, y este en particular me hizo enfrentarme a ciertos recuerdos.

Estoy segura que Taylor Swift, así como yo, desde hace años entendió que aquello no era su culpa. Que, aunque no nos guste reconocerlo, éramos las víctimas. Que ya fue y todo eso, pero ahora, con la oportunidad de contar la historia completa después de años y completamente bajo sus términos, lo hizo y lo hizo bien. Para mí, ver el corto, ver esa historia contada desde la perspectiva de Taylor, y reconocerme en ella, aunque ya lo sabía y lo tenía claro, fue un: ey, no estás loca, nunca lo has estado. Porque, al final, contó la historia de miles de jóvenes todavía adolescentes. She knows that. Gracias, Taylor.

Reconciliarme con la imagen de Taylor, con su música y su carrera, es reconciliarme conmigo. Es decirme: anda, Michelle, equivócate, sé humana, sé normal.

Karla Michelle Canett (@michellecanett).

Noviembre de 2021.

9 comentarios en “No soy fan de Taylor Swift

  1. Estoy segura de que no te convertirás pronto en una escritora famosa. A estas alturas de mi vida, pocas cosas me conmueven hasta las lágrimas y me provocan esa sensación que me llena y se desborda de mi pecho. Otra vez limpiándome el rommel en el trabajo y no traigo isopos. ¡Felicidades a una de mis escritoras favoritas (la otra es mi hija y tu la inspiraste y diste clases) no sé si las más famosa, pero eso a quién le importa ¡❤️

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  2. (CORRECCIÓN) Estoy segura de que te convertirás pronto en una escritora famosa. A estas alturas de mi vida, pocas cosas me conmueven hasta las lágrimas y me provocan esa sensación que me llena y se desborda de mi pecho. Otra vez limpiándome el rommel en el trabajo y no traigo isopos. ¡Felicidades a una de mis escritoras favoritas (la otra es mi hija y tu la inspiraste y diste clases) no sé si las más famosa, pero eso a quién le importa ¡❤️

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  3. Sinceramente no sé qué pensar de esta reflexión/crítica a taylor, respeto totalmente que no te guste, pero creo que dices cosas un pocos hirientes sin sentido, para empezar parece que tienes cierta envidia de como o es su vida ya que la tuya no ha podido ser así, sobre todo cuando dices que cometa algún error claro que los comete peor sabe darles una solución, y por último sigo dándole vueltas a esa palabra que te has inventado “impostada” aprende a hablar y a lo mejor así triunfas como novelista.

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