Botella borracha // Virginia Benavides

Botella borracha

Perdida
Como una cirugía para erradicar los sonidos de la agonía
Desvío mi trayectoria de bala en pistola de juguete
Porque nada es verdad pero tampoco mentira
En mi ciudad de manantiales habitada por un loco hidrofóbico
Donde arranco mis pasos de su piel alunada
Pervirtiendo la crisálida a ser seda en la danza
 
¿Qué camino lleva el caos disfrazado de mi cuerpo?
¿Qué rastro mudo agota la búsqueda de la palabra?
 
Vértigo amarillo, mediodía incendiado
En los espejos ahumados de los cuartos ambulantes
Donde no hay argumento ni sorpresa
Para mi extravío, mi flotación, mi perdición
Voy cosechando en el cemento fértil
Mi propia noción de cauce sin causa que navegar
Porque el río que buscamos nace en nosotros
Y se prolonga sin lastre metafórico en las palabras
Que nadan como peces en la nada universal
 
Aprendiz de pescadora que no sabe de anzuelos
Naufraga con balsa en las aguas del lenguaje
Avanzo, iluminada por mi ceguera
Estremecida como después de un electroshock
Girando como botella borracha mi boca manda
Acabar con el juego de las interrogantes
 
-¿Qué desborda y qué ahoga cuando el verso no berza?
-¿Qué mensaje guarda esta casa de vidrio blindado?
-¿Qué órbitas deambulan los ojos para crear la mirada?
-¿Qué precisión diamantina acecha la vena para llover la metáfora?
-¿Ciudad burbuja o nube de acero habita tu voz?
-¿Qué mano gira tu transparencia y la opaca?
 
En este juego… ¿quién responde?

Paladas de son idos para remasterizar la mañana, gárgaras de hielo que atemperen este incendio que cobijo, curitas para ser. Hay una interferencia, una ventana tapiada, un sol vencido, una lengua negra que guardo para mi colección de monstruos. No es que seamos malas. No es que seamos buenas. No es que seamos. Solo sabemos gritar mientras hacemos nuestro trabajo en este campo mental de desenterrar el sentido más ido. Una camisa de fuerza que arrulle, una luz desde mi frazada con agujeros como un vientre con ventanas. Esquizofrenia de esquirlas sin sentido en este accidente de luces.

Tómate las pastillas, dice mi madre. Quiero que duela y a escondidas las escupo.


Estertores que nunca veremos salvo a través del batiscafo, la escritura en tramado de agonía, la iluminación de estar al borde. La tocada poesía. Todo será como haber perdido las maneras de decir tú o estar en el mundo. Una disidencia o toque de queda es la dosis de calma. Salvaje rumor alumbra las cámaras mortuorias (es la espera de cobijarte, niño).

Risas como de hiena escondidas tras las ventanas, ruido de utensilios médicos en música tribal, voces detenidas en la angustia del pariente que inquiere por qué por qué por qué por qué por qué en catatonias de autista o el mismo disco rayado de la desolación que es tu verso cacofónico, tu insonoridad, tu pierde.  El que pestañea pierde es el grito de guerra entre todas las bacterias que llegaron a la fiesta.

Nadie se perderá su primer baile ni su primer drama. Nadie se perderá como cuando niño en los juegos y nadie te buscaba. Nadie se perderá porque ya se perdió hasta la sien. Estamos hechos. El viejo dj nos anuncia una conmoción: el temido código rojo que hace bailar a los doctores en translucidas salas de operaciones. Estados de emergencia, poesía, trauma shock, estados intensivos poesía, cirugía perdida.


Punzón del verano que calaste mi desierto como un stencil callejero. Herido de ese sueño yazgo en esta duna esperándote. He cavado un círculo de sol como casa y me he sentado adentro. Una pluma bajo la almohada y un oasis de silencio, curitas de insolación. Revelado de cielo, proyecto de ausencia. Todo se fosiliza. Despierto.


El signo que resuena en esta lengua azul, en este aleteo mudo, en esta insonoridad no es más que el descifre de resanar una lengua agrietada.  Si es que resanar significa un ancla. Si es que ancla es el roce de fondos que se evaporan apenas sonorizan. Así, resuena y resana son vetas del creer, un presente como filo oxidado pero dispuesto al tajo incertero, a la fijación de un instante que se deshace en alas de luciérnaga, vida. Y lengua, atravesabas la herida del sin estar, la ausencia de luz donde la cura se vuelve una procesión de ruidos, una estratagema del buzo por no salir a flote, solo en la danza del que lanza señales de hundimiento. Como una música tribal para aliviar la grieta y fertilizar la tierra nueva, semilla ida, el arte de suspenderse en pez que no ez.


Virginia Beatrhice Benavides Avendaño. Lima, 1976. Perú. Bachiller en literatura por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Mediadora de lectura. Publicó el poemario Esxtrabismo (Chataro Editores, 2003), el poemario objeto Sueños de un bonzo (edición de autor, 2013), el micro poemario aeiou en formato giratorio (Amaru Cartonera, 2015). Recientemente se han publicado dos selecciones de sus poemas: Sienda (Vagón Azul Editores, Lima, 2018) y Zurcido Invisible (Andesgraund Editores. Chile, 2018). Ha publicado el poemario Ejercicios contra el Alzheimer (Andesgraund Editores, Chile, 2019), próximo a editarse en Perú. Ha participado en diversos encuentros literarios como ponente, performer y lectora.

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