¿Desde Lima se puede ver a Venus?

En estos momentos estoy intentando hacer contacto alienígena, aunque no me lo crean: también sufro bloqueos emocionales por culpa del sistema. Lamentable haber cumplido 31 años en una sociedad patriarcal llena de “realidad” con poca naturaleza. Estoy aquí escuchando música para hacer contacto y que alguien superior resuelva mis preguntas. En 3 días se cumplen 2 meses del segundo año en que papá dejó el cuerpo. A veces todavía me siento en el malecón a verlo nadar hasta donde el cielo y el agua son uno. Al menos para mis ojos. Él braceaba durísimo para llegar lo más posible a una meta invisible. Así me enseñó que el final de la carrera es el inicio de otra. Típico pensamiento vareliano. 

Intento expandir mi glándula pineal, a ver si amortigua la realidad que me acecha con materialismos, inseguridades y violencias. Algunes dirían que vivo en la eterna infancia, y si así quieren llamarlo, pues la voz del pueblo es la voz de la democracia. Lo demostró Perú en las últimas elecciones presidenciales. Lo andan por fin diciendo los maestros y ronderos lejos de los andes, en los apus calatos de Lima La Horrible, densa como sus nubes que no se ven rápido, hay que agitar la mirada y simplificar la mente un momento para ver que por la noche, en algún cono con reguetón old school de fondo, se puede ver a Venus.

Culminamos los proyectos poéticos que son rarezas lingüísticas en formato audiovisual de sentimientos que acaparan las vidas de mis querides chiquis, quienes apostaron por mí como maestra. Veo y oigo los proyectos, estos locos están más locos que yo, pienso. Y sonrío, estamos hackeando la realidad. Ya no soy tan joven, al 2021 he llegado con 45 años o más. Tengo líneas de expresión en la frente, por eso me corto el pelo pequeño, quiero que vean mis líneas. Las que puedo borrar con botox, si tuviera el privilegio. Quiero que vean mis alergias en el mentón porque no le haré caso al médico, a sus tontas recomendaciones sobre no comer chocolate, qué tal lisura.

Bailo sobre un vientre andrógino, como Barrientos me dice en un video de hace años. Leyendo con muy buen audio su voz, sus líneas son como las mías. Hay que tener la inteligencia suficiente para notar esas similitudes. Y las dudas que se mantienen y mutan en el tiempo, aquí en la habitación. Esas dudas heredadas por Carsonn. Todo es andrógino e interespacial. Todo en mi vida, reniego con mi editor, es andar en el limbo o de planeta en planeta saltando como Goku con el poder de la traslación. Sin selfies de prueba.

Bebo y no es alcohol, porque me inhalo la piel yo misma, y me mantengo sobria para que mis manos no aflojen, sigan tecleando por aquí y en el cel a punto de calambre. Por más tratamientos que me haré para elevar este arte, para que estas emociones sean colectivas. Mi padre me enseñó a leer a los 2 años, y hoy sé que está leyendo esto en tiempo real. Y el corrige conmigo las partes que no dan. Tan Pimentel horazeriano. A él le gustaba Benedetti. Y Fiorella Terrazas Espinoza. Ser que no parió pero cuyo rostro es su mismo rostro. La que va a contracorriente y se tatúa manos y brazos como él. De alguna manera mamá tenía la máquina de clones dentro suyo. Y clonó a JT (mi papá) siendo hembra, pero nunca hetero. 

Yo soy JT, el que pesca trucha en el río de Andahuaylas para luego freír en piedra, hacer uchucuta y dar a mis hermanitos, son 11 chiquitos. No podemos todos ir al colegio, es 1967. Me tocó ser el pescador, así aprendí de niño a ir a contracorriente. Lima es un caos, una cochinada. Pero aquí estoy, cosiendo jeans en un taller por unos soles y buscando al amor de mi vida. Pero algo me hace abrir los ojos, y reaccionar, no es 1967, es 2021, la pandemia no pasa. Sigo coleccionando barbijos con comiquitas estampadas. Pero no hay diferencia. Nuevamente, me levanto a abrir una resistente Toshiba para laborar y coser algunas rupturas en el internet, porque trabajo en publicidad, tengo que hacer capitalismo con cositas que me agradan, un poquito, porque mis clientes quieren salir de pobres o se quieren hacer más ricos. El bendito dinero, acá va. De la mano de las redes sociales. Tanto como lo que escribo, lo que digo y lo que pienso. Desde que empezó la pandemia no veo las noticias como las debería de ver, y no volví a terapia. Ya estoy notando los cambios.

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