Hallar la salida
Abro los ojos. Sé que me han sometido a un proceso de borrado de memoria. No mantengo recuerdos. Lo bueno es que me siento fuerte y activo, animado a cumplir mi misión. Será sencillo. Es como si me hubiera repetido eso miles de veces durante mi existencia. Mi meta es salir de este laberinto, lleno de colores y luces que pretenden apabullarme, no obstante, me gusta, le dan emoción a todo esto.
Me muevo por instinto, sé que hay trampas que debo sortear, por ejemplo, de una de las paredes de cemento salen disparadas varias flechas. No alcanzo a contarlas, debo tirarme al suelo. Ahora es tiempo de correr para seguir al pasadizo anexo. Freno en seco, el piso se ha abierto y pude haber caído a una especie de abismo sin fondo. No quiero mirar, mas algo me impele a hacerlo. Hay una trituradora abajo que hace un sonido estremecedor. El suelo vuelve a cerrarse y camino, con cautela.
En ese instante me cuestiono la causa de mi estadía en este lugar macabro. No es justo, sé que he sido una buena persona, es verdad que no me acuerdo de mi vida anterior, y no es amnesia, sé que me eliminaron las remembranzas. Fueron malos conmigo, empero, yo no seré vengativo con ellos. Opino que todo este quilombo se trata de una prueba, la más dura que haya tenido que enfrentar en mi corta o larga existencia.
Los humanos somos valientes (aparecen ciertas rememoraciones) hemos logrado superar una guerra y una pandemia. Salimos adelante con inteligencia, con el esfuerzo que brinda la habilidad de ser la especie dominante en este mundo.
Cae una roca desde el techo, por poco me da en la cabeza, sin embargo, logré evitarla.
Llueven más piedras. ¿Acaso esto nunca terminará? No, no debo quejarme, soy fuerte, ágil, decidido, poseo un nivel corporal gimnástico. Nada puede conmigo, por ende continúo mi avance impidiendo que esos escollos siquiera me rocen.
Intuyo que no es solo una prueba de supervivencia, sino también de tiempo. He de llegar a mi destino lo más rápido posible. Para demostrar mi efectividad. Puede ser que todo esto se deba a mi deseo de servir a mi patria. Ya no hay conflictos militares, pero la criminalidad ha aumentado durante los últimos años.
No sé cómo puedo saber todo aquello. Lo bueno es que deduzco la ruta hacia la salida y, tras evitar una docena de estacas que surgen del suelo, llego la puerta.
Se abre, la luz me ciega un poco. Oigo los aplausos de los presentes. Me felicitan, dicen que soy todo un éxito, el mejor. Son una veintena, entre varones y mujeres.
Casi lloro de alegría. Me les acerco. Digo en voz alta: «Los hombres siempre logramos triunfar, somos aguerridos».
Se asustan, discuten entre ellos.
El encargado del proyecto hace estallar al sujeto que triunfó. «No es posible», comenta. «Creyó que era un hombre».
«Un modelo defectuoso», menciona el jefe de la compañía mecatrónica. «No importa, pasemos al siguiente robot».
Carlos Enrique Saldívar (Lima, Perú, 1982). Es director de la revista impresa Argonautas y del fanzine físico El Horla; es miembro del comité editorial del fanzine virtual Agujero Negro, publicaciones dedicadas a la literatura fantástica. Es director de la revista Minúsculo al Cubo, dedicada a la ficción brevísima. Es administrador de la revista Babelicus (literatura general). Publicó el relato El otro engendro (2012). Publicó los libros de cuentos Historias de ciencia ficción (2008, 2018), Horizontes de fantasía (2010) y El otro engendro y algunos cuentos oscuros (2019). Compiló las selecciones: Nido de cuervos: cuentos peruanos de terror y suspenso (2011), Ciencia Ficción Peruana 2 (2016), Tenebra: muestra de cuentos peruanos de terror (2017, 2018) y Muestra de literatura peruana (2018).