Las otras feminidades
Las otras feminidades disfrutamos libremente en silencio, a veces con mucho ruido, tenemos nuestros cuerpos distintos, nuestros genitales no encajan en el proyecto de mujer que el mundo ha concebido, el cual se mantiene vigente incluso, dentro de grupos de personas que pretenden replantear ese proyecto.
Las otras feminidades somos mal vistas, somos consideradas hombres, se nos impone actitudes y responsabilidades socialmente impuestas a los hombres, incluso en la intimidad; somos excluidas de nuestras casas, nuestros círculos de amistad y soporte, de la sociedad, de los trabajos, de las escuelas, del amor y del placer; a pesar de eso, nos damos nuestro lugar, nos ganamos espacios y sobrevivimos autogestionándonos, siendo autosuficientes.
Las otras feminidades transgredimos todo, nuestra apariencia, nuestro cuerpo, nuestro rostro, nuestro sexo, nuestro carácter, nuestras prácticas sexuales, nuestras relaciones, nuestro entorno, nuestro camino, la opinión de los demás, sus creencias, sus prejuicios, su ignorancia, somos distintas, pero siempre humanas.
Las otras feminidades gritamos, destruimos, protestamos, “causamos disturbios”, “rompemos cosas”, empezamos revoluciones, somos “violentas”, demandamos lo que corresponde, ponemos el cuerpo, los tacones, el cuerpo y el culo.
Las otras feminidades sobrevivimos a redadas, toques de queda, atentados, matanzas, ataques de odio, peleas en defensa propia, ataques policiales, juicios sociales, “limpiezas sociales”, maltratos higienicistas, racismo, clasismo, odio, abusos físicos, psicológicos y sexuales, porque somos dueñas de nuestro cuerpo, aunque el mundo considere que no.
Las otras feminidades disfrutamos del sexo sin tabú, ni vergüenza, ni miedo, ni límites, somos “promiscuas”, putas, trabajadoras sexuales, vivimos con VIH, solas, engañadas, tristes, abusadas, pero sacamos una sonrisa de donde sea, para nosotras y para el resto, porque nuestra alegría emerge del placer, del placer que damos y recibimos.
Las otras feminidades destruimos el viejo modelo, el viejo mundo, las concepciones occidentales, el género binario, las verdades absolutas, las concepciones biológicas, las creencias religiosas, los regímenes fascistas, la frágil masculinidad, pero también creamos, hacemos arte, ritualidad, brujería, abrimos las mentes y las puertas a un nuevo mundo, somos el presente, y, por tanto, el futuro, somos parte de la evolución, el principio y el fin.
La revolución del Género
Vivimos en sociedades castrantes, donde el simple derecho a llamarnos como queremos, a formar nuestra propia identidad, es una facultad que administra el estado heterosexual, conservador, religioso y sobre todo corrupto. A veces, me miro en el espejo un poco triste, melancólica, sabiendo que quien realmente soy, no es completamente visible a los ojos de la gente que me rodea, dígase mi familia sanguínea, la sociedad, la gente con la que convivo; pero eso, no me detiene ni me limita. No sé que tipo de mujer soy, si trans o no binaria, no estoy obligada a tenerlo claro. Tampoco soy un hombre, jamás lo fui, me niego a serlo. En todo caso, tomo mi derecho a transicionar físicamente, como me sienta más cómoda, sin la intervención de un médico o una persona que tiene los estándares femeninos, basados en mujeres perfectas de culos y tetas grandes, completamente deseables a los hombres. ¿Acaso la revolución del género se quedó estancada en el molde hombre/mujer concebidos en occidente? ¡No lo creo!, me niego a seguir sus cánones y reglas, me empeño en recuperar mi cultura ancestral, a través de un cuerpo que habla y transgrede bajo su propia voluntad y curso.
La revolución Sexual
La revolución sexual no quedó en los ochentas, se reinicia cada vez que una marica decide disfrutar de su cuerpo, de su sexo, de sus placeres más inmundos. Por eso, a pesar de tanta muerte, causada por la epidemia rosa que aún no tiene cura, desde esos mismos ochentas, nosotras seguimos disfrutamos del sexo, infectadas, sucias, inmorales, insalubres. ¿Qué pensabas, que la revolución sería copiar el modelo heterosexual, casarnos y acostarnos para formar nuevas familias? Eso, se lo dejo a los progres, que viven hambrientos de poder y del dinero del estado, que te explota para luego darte esos ¿derechos? Claro amiga, la revolución está en una misma, cuando no solo es consciente de ser un cuerpo que respira, siente y disfruta, sino que también hace de ese hecho, una promesa que cumplir consigo misma. Sentir placer, ser libre, escoger con quien o quienes me acuesto, si me masturbo, si penetro o me penetran, si exploro mi cuerpo más allá de mis genitales. La curiosidad seguirá matando heteros, porque hetero no se nace, solo se hace, en una sociedad atarantada de normalidad y moralidad. ¿Acaso puedo revolucionarte sexualmente con mis dedos, con mi pene, con mi culo, con mi cintura, con mis labios, con mi propia existencia; cuestionando tu rígida orientación sexual? ¡Por supuesto querida, bienvenida a la revolución sexual!
Gia Lujuria, chica transfemenina de Lima, 32 años, artista diversa, me dedico a la poesía y literatura en general, también hago performance, travestismo, modelaje y actuación, he publicado dos fanzines, un foto fanzine sobre travestismo y un fanzine que reune ilustración y literatura marica.