Este poema de Carmen Alvarez nos mueve es un mini universo sensorial donde los afectos fluyen de manera libre. Los tropos poéticos se convierten en un pretexto para explorar nuevas formas de conectar con le otre dentro del lenguaje, esa figura del marciano se convierte en la piedra angular sobre la cual se va construyendo todo un discurso de ternuras amarradas histórica e imaginariamente a un contexto contemporáneo vertiginoso donde las viejas formas de decir “te amo” se quedan cortas cuando nuestro amor se desliza fuera de lo hegemónico.
E.L.A
El día que me enamoré de un marciano, amor de plástico, viaje al centro de la luna y sueño desnudo.
El día que me enamoré de un marciano Fue un día lluvioso y caótico los relojes se malograron y el espacio fue la continuidad de una fuerza sobrenatural. Despertaba con el café despeinado mientras observaba mi juventud aclamada con la espuma en los ojos y las manos adoloridas por construí un futuro. Salí a caminar como un fugitivo cansado de estar encerrado en su propia jaula, en su propio Muralla China. De repente, caminando por los anillos de Saturno bajo el manto estelar de las estrellas derretidas lo encontré bailando en círculos de fuego mientras su cuerpo se deshacía como la arena en el océano terrestre de mi universo. (Descubrí que era un marciano) Por un momento, me olvidé del tiempo y del humo me olvidé que estaba soñando y me rendí ante la libertad de sus alas ante la magia provocadora de sus pupilas y las eléctricas luces de su nave a Plutón. Bailamos, eternamente, bajo el manto de la noche hasta que nos quedamos dormidos en los labios secretos del agujero negro y las caricias apocalípticas de la vía láctea. Amor de plástico Estoy en una disco de los 80 o tal vez, en un burdel clandestino no tengo idea de cuánto tiempo ha pasado el dulce látigo del alcohol recorre mis piernas el humo de las voces arranca mis brazos mi maquillaje desvanece en la pista de baile ante los cazadores y criminales ojos desvistiéndome la piel, los huesos. Intento no mirar adentro porque es insoportable escuchar a la bestia que engendra mis pasos a la traición que retuerce mi lengua. Mi vida actual suena a Mariya Takeuchi y su plastic love japonés a su melancolía ironía, a su elegante vestido engañado a los amores que solo hieren al final de la melodía. Ahora mismo, solo quiero divertirme y agotarme en lo placeres de la carne y del juego auditivo. Amigos míos, estamos poseídos por una pegajosa metáfora travestida de magia y tacones descalzos abandonada en el striptease de la soledad. Viaje al centro de la luna El ardor del sueño se resbala sobre los hombros cansados del viajero entregado a los labios de la orquídea aún despierta, aún salvaje. El silbido del ave dormida se recuesta en las piernas de yeso o en el eco huérfano de los lunares mediterráneos. Hay rostros que no vemos, hay fantasmas que no escuchamos hay sueños que no soñamos, hay heridas que no conocemos en este infinito lienzo de haikus despiertos. En las visiones, casi transparentes, del silencio naufragan el aroma corrompido de las flores y el sueño de la luna, desgarra el vestido del desierto en los rituales apocalípticos del abismo. En mis mejillas frías y alejadas, un tren camina con un pañuelo roto y el motor apagado con el murmullo de las olas o el llanto de un hijo que no nace confinado en la imagen petrificada del laberinto o en la desordenada habitación bañada de sangre. En la frente perlada del espejo en la nariz tatuada de la inocencia la muerte carcome los huesos y la locura de este bucle infinito celeste sin preguntas, sin respuestas. Sueño desnudo El bosque canta su origen y su final en los gemidos invisibles de la sal en medio del desolador cuadro de nuestra aterradora existencia. El miedo de estar solos e incomprendidos abandonados y huérfanos por los objetos nos horroriza profundamente. Por eso, hemos creado nuestros dioses por eso, hemos construido este largo sendero en la raíz infinita de las estrellas. Sabemos vivir, pero no sabemos soñar mucho menos, escuchar el milagro de los sentidos tocar nuestra puerta y revelarnos el sentido maravilloso del infinito. Somos soñadores; somos sueños inalcanzables y temerosos acogidos en vulnerables y diminutos recipientes y entrelazados entre los límites de la vida y la muerte entre los vivos y los muertos, nosotros seguimos soñando seguimos viviendo en el aliento claroscuro del otro. Habitemos donde habitemos viajemos donde viajemos despertemos donde despertemos acabemos donde acabemos el sueño siempre será nuestro animal desnudo.
Carmen Alvarez o Galáctica7 (Perú, Lima, 1998). Estudiante de Literatura de último año en la Universidad Nacional Federico Villarreal (UNFV). Actualmente forma parte de la comisión de investigación de la Red Literaria Peruana (RedLit). Sus líneas de investigación académica: la literatura fantástica, la literatura de ciencia ficción y la poesía latinoamericana del siglo XX. Poeta aficionada.