La importancia de las cosas importantes // María Marín

La reiteración es una patada de ahogado verbal. Un ensimismamiento del habla que parece querer insertar permanencia en un hablar que se nos escapa, que se resbala de la lengua o las teclas hacia un vacío de insignificancia. Con un ensimismamiento que nos recuerda a la parte más interesante de la obra de Juan Filloy, este texto con el que María Marín cierra su poemario El desafortunado intento (Boria Ediciones), juega con esa imposibilidad de la permanencia en el lenguaje. El modo ensayístico se pierde en la aporía que pierde la idea en sí de una cosa importante, quedándonos en la incerteza inquietante sobre la posibilidad de que el adjetivo “importante” tenga algún modo de significar.

E.L.A.


La importancia de las cosas importantes

La importancia de las cosas importantes no importa, no tiene una soberana mierda de importancia. Y esto es importante que lo sepamos. El desafortunado intento de explicar la importancia de las cosas importantes no es del todo importante, no tanto el hecho del intento sino el hecho de intentar el intento. Eso es lo importante. Intentar, digo, decir intentar es muy sencillo, decir intentar es lo más sencillo de este puñetero mundo. Yo lo intento. Lo intentas. Lo intentamos. No. No es el hecho mismo de intentar, es el acto de decir que lo intentas. Yo digo que lo intento, pero no intento. Qué importancia tienen las palabras. Decirlo, digo. Decir las palabras. Decir las palabras no es intentar, no es actuar. Yo digo que decir no tiene importancia si no lo intentas. Intentar decir la importancia de las cosas importantes es una soberana estupidez. La importancia de las cosas importantes, digo, no tiene nada que ver con decirlas o decir que las intentas. El intento mismo es el hecho importante. Quedarse en el intento ya es importante. Llegar al intento es importante. Intentar es importante. Es importante saber si lo que estás haciendo es un intento o solo dices que es un intento para sentir la importancia de las cosas importantes. Sentir que lo intentas es importante. Para ti. Para mí. Para todos. Sentir es importante. La importancia de las cosas importantes como sentir es simple. Si no sientes estás muerto. Y esto es importante que lo sepamos. Es importante que sepamos si estamos muertos o no, digo. Por supuesto que es importante. Esto sí tiene una importancia relevante. Si estamos muertos ya poco importa lo importante. Poco importa lo importante y lo que no importa si estamos muertos. En realidad, poco es lo mismo que nada cuando estás muerto. Digo, supongo, me imagino, cabe la posibilidad. Por supuesto que es importante. Esto sí tiene una importancia relevante. Cabe la posibilidad de estar muerto si no sientes que estás vivo pero físicamente tu aparato circulatorio sigue funcionando. Que siga funcionando es del todo importante, pero importante de veras dependiendo de para qué. Que tú no sientas nada y tu aparato circulatorio siga en funcionamiento es importante si verdaderamente eres consciente de que no sirve para nada, por lo que carecería del todo de importancia. Saber es importante. Saber separar es importante. Saber en general y en particular es del todo importante. La importancia de las cosas que importan a veces no va más allá de saber que el gato ha cagado dos veces hoy y que sus bolas de pelo remiten con la medicina del veterinario. La importancia de las cosas importantes depende de cada organismo vivo. Vivo en el sentido de saberse vivo. Porque saber es importante. Quiero decir, digo, que poco me importa que el área de un triángulo se calcule con una fórmula importante si el maldito gato sigue sabiéndose vivo cazando moscas. Digo, me refiero, a que la importancia de las cosas importantes es completa y absolutamente variable en cada individuo. Al gato poco le importará la gravedad cuando se ha caído dos veces desde una altura de cinco pisos y sigue dando saltos como un maldito condenado. Quiero decir, digo, que me importa una soberana mierda a la velocidad con la que el gato se estampó en el suelo en sus caídas si hoy lo tengo aquí comiéndose tan ricamente su pienso. A ver, la importancia de que el mundo siga girando no me importa una mierda si para mí los días están estancados. Digo, para qué me va a importar a mí que el mundo siga girando si yo no puedo moverme. Que me importe un carajo a mí el mundo, al vecino le importará otra mierda. Y así. Por eso la importancia de las cosas importantes es una absoluta y máxima gilipollez. Quién determina lo importante, digo, lo que supuestamente debería importar a todo ser que se supiera vivo. El decreto de las cosas importantes. Quién hace eso. Quién tiene el derecho a eso. Digo, quiero decir, en serio no me importa lo que pase ahora mismo en África si el gato está durmiendo plácidamente en su cesta y caliente debajo de la manta. No me importa. Quiero decir, digo, a ver, es importante disimular que no te importa lo importante, lo supuestamente importante, lo que alguien estipula que es importante, lo que alguien piensa que tiene un grado de importancia mayor a que el puñetero gato duerma conmigo por las noches. Que digo, en realidad, que la importancia de las cosas no tiene importancia. Quiero decir, lo importante para mí, no tiene importancia para ti. O qué sé yo. Que debería importarme o al menos disimular la importancia de las cosas importantes estipuladas por alguien o álguienes que decidieron darle importancia a que nos importara o, más bien, pareciera que nos importa todo eso que dicen que es imprescindible. Me importa un carajo la fórmula química de la medicina que es importante que el gato se tome para sus bolas de pelo. Pero para alguien esa fórmula fue importante. Y eso me parece importante. Me parece importante porque alguien tendrá que encargarse del gato.

            Quiero decir, digo, que la importancia de las cosas importantes no importa. No tiene una soberana mierda de importancia. Y esto es importante que lo sepamos.


María Marín (Cieza, 1991), es Graduada en Lengua y Literatura Española por la Universidad de Murcia y correctora profesional de textos por la Universidad Europea de Madrid. Ha colaborado con la revista La Galla Ciencia. Algunos de sus poemas han sido publicados en el fanzine Carne Para el Perro y en las revistas digitales El Coloquio de los Perros, Hankover/Resaca y Taller Igitur. Además ha participado en los ciclos Poetas en Cercanías (Alicante) y Los Lunes Literarios (Murcia).

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