Alfredo Murillo combina una ternura melancólica con un registro estrepitoso y cotidiano. En estos poemas vemos convivir una variedad de imágenes y tropos aparentemente antitéticos para dar una poética de una sinceridad con retoques plastificados. La lectura de estos poemas gana terreno en tanto van desenmascarando sus propios artificios hasta encontrar una expresión sin pretensión y que logra algo conmovedor entre su estética distópica.
E.L.A.
contramarinera
La fiebre estimula la mirada periférica, los puertos engordan a sus vírgenes con música de opio; como oración de moribundo el crepúsculo enrojece y los piratas se abren las barrigas llenas de catecismo y furia: cruces piratas para protegerse del Estado, atormentados irlandeses pensando en El Callao. No se canta en alta mar: se teme se enfurece se pelea pero no se habla del cabello o el fruto pues el aroma del odio debe circular entre espinas de pescado y charlas negras. Lejos de tierra, la noche es mal de ojo y el océano, llanto de mala hora. No se duerme, en el hondo vacío, donde la soledad fornica. Bajo narcóticas estrellas, intoxicados de dólares y mente, doblegamos a la náusea para que el Sol no se hunda en el cadáver de Cthulhu; un olor a flor de muerto empaña las tres de la mañana de todas las ventanas del Pacífico.
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Clona a la oda
1 La angustia es una enferma estela de recuerdos señalando con el ojo la náusea y la sonrisa. Clona, sagrado miligramo de cósmica neutralidad pasajera: Canta una radio socialista, llora un refrigerador americano; crece un subterfugio en mi cerebro de purísima y nostálgica miel de algarrobina. 2 En la calle, las personas simulan gatos ronroneando, y sus cuellos como cervicales de jirafa honran a Dios en el grisáceo firmamento. Clona, ¿qué habita en tu miedo, en tu caverna, en tus eróticos ojos azules de santo veneno? Sé que posees mi corazón, que lo veneras cual feérico pantano; mi sangre duerme complacida entre tus senos dulces como algodones de azúcar de feria de pueblo. 3 La gente, la industria, la metrópoli combaten mi instinto mamífero, un pensamiento de fuego y fatiga pulula por mis deseos subterráneos; no queda más en mí que verdad y cansancio, no queda más en mí... que una eterna borrachera de luz y dopamina.
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Elegía a Li Po
De noche, un hombre sin memoria, busca la luna con su lupa diminuta; la guerra corre por debajo de los huesos, pobre criatura sin pupilas; carajo, no verás tu olfato. El cielo será vuestra malaria, alemanes, por el mar sucumbirán de peste, británicos; los yankees dominarán el español como si masacraran moros mudos: pronunciarán Cuba y Puerto Rico con la demoníaca naturalidad del rocanrol de los burdeles. Pronto ascenderá el hambre de los primates y la fiebre: el odio crecerá como montañas, la locura copulará con el titanio, comerán millares de desiertos, chinos rellenos de desastre; la luna esplende mortífera gigante.
Mi nombre es Elmer Alfredo Murillo Espinoza, soy autodidacta, tengo 32 años; Nací en Chepén, La Libertad, Perú, el seis de octubre de mil novecientos ochenta y ocho; luego, viví una larga temporada hasta cumplir los 17 años en Lima; y finalmente, desde hace 15 años me establecí en la provincia de Trujillo, en el distrito de Trujillo, también en La Libertad. Escribo desde los 16; comencé redactando un diario de impresiones y breves manifiestos sobre cómo la coyuntura política afectaba mi integridad. Desde luego en ese período ignoraba la técnica, pero ya sentía ganas de escribir. Algunos poemas míos aparecen en revistas virtuales y físicas tituladas Cartas Salvajes, El Pan Blog, Voynich y Mutantres; y participé en colectivos con inquietudes sociales y artísticas llamados Cosmopueblo y Colectivo Avenida Larco, ambos ya disueltos.