Escribimos de lo que nos pasa, y estas son las cosas que suceden. En los poemas de Antonio Lau existe una reflexión densa sobre lo cotidiano. Desde la filosofía de camión hasta los sueños con nuestros ídolos literarios y modelos a seguir. Decía Antonio Deltoro que desconfiaba de cualquier persona que se mostrara como un museo, y sin embargo, aquí estamos, pretendiendo ser un poco honestos y decir, como Parra: quédate con tu Borges.
J.G.
Lo-fi
Cuando escucho Lo-fi Hip-Hop Me acuerdo de aquella vez que atravesé el desierto en uno de esos camiones pasajeros que van pa’ Sonora, con la cabeza recargada en el cristal observando las oscuridad prometedora de la noche, contemplando el vacío del llano, las ondas de calor, las ciudades que pasaban por la ventana en parpadeos, saboreando la nostalgia, recordando lo olvidado, sintiendo la carretera debajo mío, y deseando simplemente no llegar hacia ningún lado, a ninguno en absoluto, sino que simplemente el conductor nunca dejara de conducir y que me llevará lejos, tan lejos como fuera posible, lejos de mi ciudad de su gente y de todo lo que alguna vez me ha hecho daño.
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Las navajas no palpitan
Fíjate que a veces siento un pequeño dolor en el centro del pecho en donde está o se supone que debe de estar el corazón, es como si alguien se hubiese dejado una navaja dentro, como si alguien no sé quién hubiese olvidado cualquier clase objeto punzocortante dentro de mí, pero las navajas no palpitan, es como cuando un doctor olvida alguna de sus herramientas dentro de un paciente y luego lo vuelven a cocer dejando ese pequeño recuerdo detrás, eso es lo que siento a veces, o más bien, la mayoría de las veces, (casi todo el tiempo para ser más preciso); y no sé porque te lo digo, en serio no lo sé, tal vez solo creí que sería bueno que alguien además de yo y la psiquiatra y mi sombra y ese alguien anónimo que me dejó esta navaja dentro del pecho, lo supiera.
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Los otros
A Raymond Carver
La noche pasada soñé con Raymond Carver, hablamos en algún lugar que está entre este mundo y el otro, me dijo que debía de seguir intentándolo, me dijo “todos los haremos mejor en el futuro”, le dije “eso lo sacaste de alguno de tus poemas, no uses esas frases como si fueran parte de un libro de autoayuda, se empuercan”, “tienes razón”, me dijo, “ya sabes cómo es esto, uno concibe una sola línea inteligente y cree que ha dado justo en el blanco”, “lo entiendo” le dije, “me ha sucedido dos o tal vez tres veces”, “ahí está el secreto”, me dijo y luego prendió un cigarrillo, yo hice lo mismo y luego hubo un silencio me incliné hacía él un poco como quién va a decir un gran secreto y finalmente le dije “¿a qué te referías con ese poema: todos nosotros, todos nosotros, todos nosotros intentando salvar nuestras almas inmortales por caminos más sinuosos y misteriosos aparentemente que otros?, ¿a qué te referías?” él sonrío, soltó una pequeña risa y después me dijo: “si te lo digo, perdería todo el sentido” “sí, lo sé, lo sé”, le respondí, “pero es que no comprendo; no comprendo el todos nosotros, porque si todos nosotros intentamos salvarnos, ¿entonces quiénes son ellos, los otros? esos que me miran con mala cara cuando llego a un lugar, ¿quiénes son los otros?” “eso, amigo mío”, me dijo, “es algo que te toca a ti responder”, luego se levantó de donde estaba sentado y dio tres pasos hacia la derecha, “es tarde”, me dijo finalmente, “se hace tarde, despierta, tal vez podamos hablar de esto en otra ocasión”.
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Poema para un limpiaparabrisas
Me encuentro en un taxi haciendo base para luego ya irme a mi casa de una vez por todas, faltan cuatro días para navidad hace frío hay demasiada gente en la calle cargando con bolsas de las compras que hicieron de último minuto. Un hombre se acerca al taxi, lleva un trapo en la mano y ropa sucia puesta, se recarga en la puerta del copiloto coloca sus manos en el borde la ventana y antes de que alguien diga cualquier cosa dice: “¿Qué te puedo decir? Me siento solo triste y descontrolado.” Hay un silencio, no respondo, el chofer tampoco, lo ignora más bien, el tipo voltea a ver a su izquierda con aire de ausencia y finalmente dice: “Bueno, ¿qué más? nada, yo ya no puedo ayudarme.” Se despega de la puerta y luego se va caminando hacia cualquier lugar. De repente, me invade cierta pesadez en el centro del estómago, pienso que, tal vez solo necesitaba decirlo, sacarlo, vomitarlo, escupirlo, no lo sé, hacer algo al respecto. Mierda, alguien debería hacer algo al respecto, alguien debería hacer algo, alguien debería, alguien... no yo.
Antonio Lau Piña (Guamuchil, Sinaloa, 1997). Licenciado en Relaciones Internacionales. Actualmente reside en la mera Tijuas, Baja Califas. Es director editorial de la revista El Morador del Umbral. En 2020 publicó su poemario Poemalos con Formalina en ediciones Awita de Chale. También en 2020 resultó ganador del tercer lugar del concurso Poesía desde la Ventana, realizado por el municipio de Tijuana, B.C. En enero 2021 se publicará su primer poemario impreso «Emesis» por Metaletras editorial. Ha colaborado con poesía en diversas revistas online e impresas. Es escritor a medio tiempo, la otra mitad del tiempo debe de estar demasiado ocupado haciendo absolutamente nada. Considerado por muchos como el peor anarquista de la historia.