Los poemas de Sandra Bernal combinan un canto antipatriarcal con un goce genuino del lenguaje. El juego, los arreglos fonéticos y el extrañamiento de los imaginarios le inyectan a estos textos una sensación de vértigo. Se tratan de exploraciones alrededor del cuerpo que terminan por dar a entender que el cuerpo es un mero pretexto. Es el ocaso de los ídolos fálicos y toca hacer gramáticas quiméricas para dar testimonio.
-E.L.A.
Actos impuros
Enterré manos extranjeras en mi sexo buscando con plexo de culpa las hormigas guardianas de la puerta al paraíso impuro: —La llave entra tuerce— debajo de cada poro para abrir la piel caleidoscópica en la que habitan los hijos no nacidos en mi vientre niños callejeros escondiendo el pene entre las piernas como hermosos moldes de porcelana que se ven iguales Y se escuchan iguales niños sin pan, con hambre niños que mudaron su fe como dientes de leche en una acera niños con lengua de anfeta que me escupieron en la cara niños sin gloria que jugaron a ser dios o Pedro Lemebel en la esquina de algún tugurio niños sin lengua que rieron al ver mi cara llorar de histeria niños que al crecer dibujaron con rabia la palabra puta en el crucigrama de algún coño niños que odiaron y no lloraron al sostener un pene de cenizas en la punta de la boca/cenicero Niños que crecieron para ser hombres sin h.
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Ética de uróboros
I . Mis hermanos son fragmentos de huellas anímicas, conflagración generacional de voces disonantes deglutiendo: — Porque soy tu padre— II. Golpes replicaban las nervaduras de mis manos cuando reí por la inutilidad de la masculinidad en la cara piadosa de Edipo Rey: Estrelló platos en la escalera de una casa inhabitada desfilando mi camino con sus pies de ataúd mientras me mira y dice: —Caer es otra forma de bajar las escaleras— III. Un charco de orina infrahumano corre por los cauces de mis piernas raspadas la espera a la tortura es más larga que una fila para trámite gubernamental. La caída duró dos pisos. IV. La cerradura es el hueco monopolio al secreto de una dinastía familiar que me llevó a tentar fugitiva la mirilla de una puerta abierta a los ocho años mascullando una despedida jamás profesada en la cocina de mi casa. V. Mi madre lloró al ver mi ropa en una maleta improvisada, libros infantiles de rebeldes vengadores que llevaron en la frente (célula tumor) la palabra suicidio encegueciéndome en letras verdes lentísimo halo que cayó en la ética de uróboros, la luz se tragó a sí misma en la mirada lasciva de un dios sin reino al que llamaba padre. VI. Una vez rota la talega de harapos grises y libros viejos, Una vez crecidos los senos asesinados los pezones maternales de las hijas/ espejos no nacidos Una vez vuelta mujer cimentada en la distrofia de sus letras el sol cae, Edipo pierde su corona.
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Sobre équidos neuroatípicos
Nací en el cuerpo hipersensible de una cebra que no soy yo soy los fragmentos nómadas de rostros sin nombre del blanco al negro quiméricos dioses sin mantras apologéticos arrancando sus ojos neuroatípicos alquimias epíforas ahogadas en humus salitroso destruyen los tratados de realidad que me dijeron eran ciertos que me dijeron debía entenderlos pero soy una cebra no domesticada que vive entre sus propias visiones enredada en silencios sustentables síndrome medroso de mi fantasma personal. Fui, soy, seré mi propia quimera, mujer équido metáfora de sí misma.
Sandra Bernal. (Laguense por convicción 1998). Es estudiante de la licenciatura en humanidades con orientación en letras por la Universidad de Guadalajara (sede CuLagos). Textos suyos aparecen en la revista digital Tres pies al gato, es coautora de la antología poética próxima a publicarse, ´´Dejese morir´´ por la editorial el viaje, (2020). Pinta, escribe, comparte música, y todo lo demás.