«Me declaro no poético» // Andrés Gómez

Estos poemas de Andrés Gómez aluden a un momento muy incómodo de la historia literaria donde las figuras difuminadas del canon se vuelven un fantasma anacrónico en una época que fagocitó su poesía. La frustración no tiene resolución, ni una respuesta en la lírica, sino que deja un campo abierto donde el texto se cae y reconstruye alrededor de la falta de resolución.

-E.L.A.


Manifiesto de un provinciano desfigurado

Me declaro no poético
 a los ojos de mis lectores
 sin temor a la censura
 o a la burla
  
 Me declaro así
 pues no publiqué un poemario
 antes de que mis dientes de leche
 cayeran
  
 El primer poema que arrojé
 de mi pecho imberbe
 fue mi declaración de amor
 a Sanjuanita,
 en una hoja cuadriculada
 con dedos de cheto
 nadie lo vitoreó
 ni me entrevistaron
 ni me pidieron que lo leyera          EN VOZ ALTA
  
 Mi primera experiencia poética
 fue llorar solo en mi habitación 
 después de ver a Sanjuanita
 tirar la hoja de papel
 al bote de basura
  
 El canto de mi boca
 no está lleno de la savia
 que sólo los verdaderos poetas
 chorrean
 mucho antes que los fluidos
 se les desparramen 
 de entre las piernas
  
 Durante la mayor parte de mi vida
 he buscado los adjetivos 
 ¿concisos? ¿exactos?
 para que mis poemas entren en alguna antología
 que se perderá en una librería de viejo
 y que otro poeta como yo
 tal vez un poco más bronceado
 la hojeará y soñará con su nombre en ese mismo sitio,
 pero luego la quemará 
 por la envidia innata
 en quienes escribimos versos.
  
 Soy el poeta menos poético
 que ha pisado las tertulias y congresos
  
 Mi rostro es el más prosaico
 y mi caminar el menos metafórico
  
 No tengo tiempo de comprar ropa de poeta 
 o de conseguir mi certificación 
 en alguna escuela de LITERATURA.
  
 Mi inspiración es caduca
 cuando leo frente a mis colegas
 ellos se tapan la nariz y hacen muecas
  
 Tal vez el único requisito que cumplo
 es esta soledad malquerida
 pero necesaria
 esta incomprensión del mundo
 que no entiende mis movimientos guturales
 ni porque no hablo en endecasílabos
  
 sólo digo garabatos con la lengua
 que apenas se sostienen en el aire
  
 y es que no he vivido la vida del POETA
 yo me duermo a las nueve
 y no alcanzo a las musas
 que salen a bailar desde las once
 hasta que vomitan en un callejón
 sobre sus túnicas
 que les moldean las nalgas
  
 yo no soy la voz de mi generación 
 mi rostro no lucirá en los aparadores
 de LA HISTORIA DE LA LITERATURA MEXICANA
 ni mi figura ecuestre será expuesta
 en algún parque
 donde los pájaros la cagarán
 todos los domingos
 y los teporochos la vomitarán
 antes de institucionalizarse
 y publicar un libro
  
 yo bailo cumbias
                                     [esa poesía en la que el ritmo
                                     se materializa
                                     y los cuerpos fríos 
                                     del asoleo diario
                                     se convierten en dinamismo puro
                                     en humanidad viva
                                     de esa que no hay en los museos]
                                     
 y el se acercó
                                     le quiso dar un beso
                                     será por eso 
 que dios me despertó
                                     
 mientras los próceres 
 de la cultura mexicanista
 nos pregonan el futuro del país
 con habladurías cuadradas
 y secas de espíritu
  
 me declaro no poético
 aunque no sea el primero
 que escribe poesía en el baño 

*

Granuja

 Conocimos al Granuja
 en una tertulia
 de lunes por la mañana,
 donde nos reuníamos
 para tomar café con leche
 y hablar de Borges.
  
 Cuando el cielo
 era castrado
 con una navaja de plata,
 el Granuja tocó a la puerta
 y quebró el silencio sagrado
 de nuestro esnobismo
 con su voz mutilada,
 golpeo la luz
 que nos coronaba
 con sus aureolas eléctricas.
  
 Cortó las nubes de humo
 con su silueta deforme
  
 dos pasos al frente
 quien se haga llamar poeta
  
 dijo con la voz aguardentosa;
 nadie dijo nada.
  
 Sus ojos vidriosos
 sobresalían eufóricos 
 en contraste de su boca firme
 sus mejillas quietas
 el vello delineando los bordes
 y la piel furiosamente reseca.
  
 Pedro estaba en el centro de la mesa
 con una mano sobre Quevedo
 y la otra cerca de la bragueta
  
 Juan mascaba un baguette
 y con los ojos a Góngora.
  
 Yo, Pablo, acomodaba mis libros en la mesa,
 Lope, Cervantes, Espronceda.
  
 El gran granuja se sentó en la silla desierta
 y nos habló de aduladores
  
 [que abrían las piernas
 al escuchar la voz raspada 
 de su padrote,
 y lloraban sobre las banquetas
 mascando el chicle 
 después de los lengüetazos]
  
 y de brujos 
 que engendraban 
 endecasílabos
 con tan sólo abrir la boca.
  
 El Granuja
 tenía la lengua pintada
 a navajazos,
 y yo le pregunté 
 que significaban las marcas
 esculpidas en su rostro
  
 “fueron ellos,
 los hijos del buen vestir
 y la mirada refinada,
 y las manos académicas,
 que le escupen a la letra
 y le dan nalgadas
 para que guarde silencio.”
  
 Yo me comí la lengua,
 escondí la mano roja;
 no fuera a ser que el lenguaje
 reconociera mis dedos. 

Andrés Gómez (León, Guanajuato, 1996). Estudiante de la licenciatura en Letras Españolas de la Universidad de Guanajuato. Miembro en dos ocasiones (2015 y 2017) del Fondo para las Letras Guanajuatenses. Textos suyos han aparecido en revistas como Monolito y Golfa, así como en diferentes antologías publicadas en su país.

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