Me acuerdo de llegar por primera vez a tu casa y actuar con reserva.
Me acuerdo de tu voz grave y tu estatura.
Me acuerdo de tus canas, tus chalecos y tus lentes de pasta.
Me acuerdo de tu departamento vacío y de la sala que compraste.
Me acuerdo de las cervezas en la primera sesión del taller.
Me acuerdo de juntar dinero para las copias de nuestros textos.
Me acuerdo de juntar dinero para el chicharrón de la Ramos.
Me acuerdo de juntar dinero para el Pollo Loco.
Me acuerdo del bufet en el Buchakas, del Reforma, de las hamburguesas de a tres por cien.
Me acuerdo del año en el que todos subimos de peso.
Me acuerdo de los Premios de Poesía Aguascalientes. Disfruté mucho a José de Jesús Sampedro, a Coral Bracho y a Uwe Frisch. Antonio Castañeda y Óscar Oliva me parecieron insufribles.
Me acuerdo de Juan Gelman y de la poesía como un maratón.
Me acuerdo de leer Paradiso y llegar sólo a la parte del manatí.
Me acuerdo de la forma en la que decías ¿neta? para enfatizar tu disgusto.
Me acuerdo de Wislawa Szymborska.
Me acuerdo de una foto en la que estás sujetándote la nariz y parece que estás pintando el dedo.
Me acuerdo de la perrita que adoptaste. La llamaste Mawa. Sé que significa algo en polaco, pero de eso no me acuerdo.
Me acuerdo de seguir la discusión entre Heriberto Yépez y Christopher Domínguez Michel como si se tratara de algo importante.
Me acuerdo de leer un libro sobre el ensayo.
Me acuerdo de tu afición por la poesía polaca.
Me acuerdo de leer en voz alta un poema de Abigael Bohórquez.
Me acuerdo de cuando las discusiones en taller se convertían en una jaula de locas llena de carcajadas.
Me acuerdo de la galleta.
Me acuerdo de haber dicho bye, putas, y de tronar en risas con la gente que quería y aún quiero.
Me acuerdo de los títulos y los versos ridículos, de los chistes internos.
Me acuerdo del nombre de nuestro taller como un gran chiste que conmemoraba el fracaso colectivo.
Me acuerdo del silencio que ocurría cuando cada quién escribía sus comentarios sobre los poemas del otro. Me sentía nervioso cuando me tocaba a mí llevar el texto.
Me acuerdo de leer a los autores de Poesía en movimiento.
Me acuerdo de los libros que me regalaste, entre ellos estaba Método fácil y rápido para ser poeta de Jaime Jaramillo Escobar.
Me acuerdo de ver cómo perdías y te encabronabas en un videojuego de Batman.
Me acuerdo de verte siempre en chanclas y shorts, incluso en la oficina.
Me acuerdo de los intercambios navideños.
Me acuerdo de un diccionario francés-español.
Me acuerdo cuando dijiste que mi pelo parecía el de Krusty el payaso. Me molestó porque mi madre siempre ha dicho que se parece al de Pipo, cosa que también encuentro molesta.
Me acuerdo de los premios, las becas y los libros que nos dejó el taller. Me acuerdo también de los regaños a calzón quitado.
Me acuerdo del chismorreo en las ferias del libro.
Me acuerdo de recorrer los puestos y buscar ofertas.
Me acuerdo cuando dijiste que la obra completa de André Breton que me habían regalado equivalía a un anillo de boda.
Me acuerdo de un comentario incómodo que hiciste cuando estábamos comiendo en la Casa de los Azulejos.
Me acuerdo cuando te ayudamos a empacar y desempacar tu biblioteca.
Me acuerdo cuando perdí mi trabajo. Dijiste que podíamos hacer una alcancía grupal en lo que conseguía otro. Nunca fue necesario, pero me hiciste sentir acompañado.
Me acuerdo de un sticker de WhatsApp en el que apareces disfrazado de conejo.
Me acuerdo de tu boda. También me acuerdo de los vestidos, de las risas entre colegas y de la pista de baile.
Me acuerdo de una lectura grupal en la Casa Universitaria del Libro. Sonaba en las bocinas “Bailando” de Paradisio. Nos tomamos una foto al final.
Me acuerdo de un pastel de pistache.
Me acuerdo de las broncas.
Me acuerdo de las películas de superhéroes que nunca disfruté tanto como la mayoría.
Me acuerdo del día que me atropellaron.
Me acuerdo de una mochila que olvidaste.
Me acuerdo de una pijamada en la que todos terminamos con dolor de espalda y olor a pedo. A la mañana siguiente comimos tacos y vimos Shrek. Prometimos nunca más hacerle algo así a nuestros cuerpos.
Me acuerdo de la presentación de mi primer libro en la terraza de Atrasalante. Te vi entonces como la figura de un padre orgulloso.
Me acuerdo del mantel animal print y la escultura del David.
Me acuerdo de cantar en el karaoke una canción de Miguel Bosé.
Me acuerdo de la última discusión que tuvimos. Me regañabas por comenzar un proyecto que te pareció irreverente a lo fácil.
Me acuerdo de una invitación a tomar cerveza cuando todo esto terminara.
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Jesús de la Garza
Enero, 2021