La parte por el todo, las uñas antes los ojos de Rosa Espinoza son todo un tratado de la historia espiritual. Estos poemas invocan una corporalidad que exige atención a las minucias de cada detalle y contorno del cuerpo. El elemento erótico se expande fuera de los casquetes comunes para que podamos plantearnos un goce y una cartografía otra del cuerpo. El lenguaje de Espinoza es abrumante como la bruma que viene el disfrute o desazón de la presencia ajena. Las uñas son el catalizador de un no ser en el lenguaje, la búsqueda de una marca geográfica que permita la articulación.
E.L.A.
LA PIEL MÁS FINA
Si he de hablar de mis uñas lo haré asida a esa piel, la más fina donde mi cuerpo se alarga como las ramas del árbol que juegan con el aire más endeble. Una y mil veces buscaré sobar el mismo verso que de repetirse hará cantar el filoso extremo de mis dedos. Hablaré, sí, de mis uñas como si nunca hubiesen rasgado piel alguna como si ignorara el filo de su borde como quien escribe lamentos en la carnosa densidad de una espalda. Las uñas son todas esquirlas trozos de piel endurecida tejido marchito, espectador del desuello, trama desprendida en la tersura de los frutos o en la violencia salvaje de la calle oscura. Uñas somos y en su incisiva transparencia habita la verdad del origen testifican el nacimiento y dan fe de nuestra muerte.
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Esmalte
Ella toma vino blanco porque hace juego con el esmalte de sus uñas. Acomoda los dedos en la barriga cristalina de una copa y los mira subir, arrimar a su garganta la esencia frutal y la arena del valle aburrido. Los cinco deditos dormitan en el espejismo donde otras manos desprendieron racimos de futuro fermento, del bienestar transitorio, muy lejano a su afán. A ella no le gusta el vino blanco ni mira el sol tras de unos lentes. Su sombrero no combina con las ramas hirientes de la cepa tornasol. Tampoco cuenta los días en su espalda o si hay tedio, pues el viento enreda su pelo, lo acicala salino con el Santana que anuncia el final de la vendimia. Ella no barniza las puntas de sus dedos ni prueba las uvas pero sí se desgañita con los viñedos en flor. No piensa en esmaltes ni en mujeres con sombrillas sólo llena las canastas frente a los surcos que peinan sin reposo su estupor.
ROSA ESPINOZA Mexicali, Baja California, en 1968. Poeta, narradora, diseñadora, editora y guionista para la radio y televisión universitaria. Su trabajo ha sido incluido en antologías y revistas literarias Es autora del poemario Señero, el libro de relatos Postales de Inglewood, con el que obtuvo el Premio Nacional de Narrativa Dolores Castro 2017 y Cuadernos de la dispersión ganador del Premio Estatal de Literatura 2018, que otorga el Instituto de Cultura de Baja California.