Encuentros con The Casket Lottery // Mathias Ball

El encuentro con un álbum en el momento preciso puede salvar vidas. Leo este texto de Mathias Ball y recuerdo el encuentro con la música que me ha hecho sentirme menos solo, más crítico aún ahora en la pandemia. La prosa de Ball lo mismo erotiza que fraterniza con un disco de The Casket Lottery, haciendo una taxonomía sensorial de su propia historia personal con la música. En este ameno recorrido por una discografía poco explorada, nos encontramos de nuevo con un momento en el fuimos con lxs otrxs y podemos invocar con un vinilo.

E.L.A.


Encuentros con The Casket Lottery

The Casket Lottery —cuyo nombre es una referencia a The Merchant of Venice (bien por ellos)— llegó a mí en mis últimos meses de prepa. Llevaba desde finales del año anterior escuchando mucho rock alternativo noventero y acababa de descubrir Turn On the Bright Lights de Interpol; mi interés por el emo, y también géneros más pesados como el post-hardcore y el metal, estaba en un punto casi inexistente en esa época. Así que no puedo explicar por qué fue en ese momento que me puse a leer sobre The Get Up Kids, príncipes del emo, en Wikipedia, pero su amistad con una banda de metalcore llamada Coalesce me guió a The Casket Lottery: Stacy Hilt, bajista de Coalesce hasta 1998, y Nathan Ellis, bajista de Coalesce desde 1998, formaron la banda en 1997 para tocar un estilo de música distinto.

Recuerdo con detalle la primera impresión que me hice de The Casket Lottery. La página sobre la banda es súper limitada, ofreciendo sólo la información más básica, y de sus varios lanzamientos (álbumes, EPs, sencillos, splits y compilaciones), sólo su segundo álbum tiene su propio artículo, Moving Mountains del 2000. Lo abrí para encontrarme con una página de lo más escueta, pero tres cosas captaron mi atención: la portada, una versión recortada y desaturada, con dos franjas negras demarcando la imagen en los extremos superior e inferior, de Tormenta debajo de la cumbre de Hokusai; la duración, 28:40; y el número de pistas, nueve. Por razones que no creo jamás poder entender, estos tres aspectos se combinaron en mi mente para crear una idea muy definida del sonido de la banda: eran pesados y muy técnicos, y habían elegido la portada para contrastar la brutalidad de la música con la belleza visual de la obra de Hokusai; además, eran pragmáticos, defensores de la economización temporal y enemigos de los adornos innecesarios, por eso la brevedad del álbum. 

Hurgué en el internet, decidido a escuchar con mis oídos la música que ya había escuchado únicamente con mi cerebro; eventualmente di con Moving Mountains y también el siguiente lanzamiento de la banda. Mis expectativas obviamente no se cumplieron, pero mi decepción no se manifestó en un rechazo de la banda; mientras que Moving Mountains no me causó gran impresión, Survival Is for Cowards (2002) me capturó desde la primera canción. Decidí que necesitaba ese CD en mi colección, así que, aprovechando que una tía nos visitaría de Estados Unidos, lo busqué en Amazon. Muy a mi pesar, sólo Moving Mountains estaba disponible, pero lo ordené por mi necesidad de poseer algo de The Casket Lottery. A su llegada no cambió nada; seguí escuchando Survival Is for Cowards y ninguneando a Moving Mountains. Pero se volvió mi acompañante en el coche, donde sólo podía escuchar CDs, y gradualmente me di cuenta de las cualidades que no había sabido apreciar apenas unas semanas antes. Para cuando llegó el verano, basándome sólo en la fuerza de esos dos álbumes, The Casket Lottery se había vuelto mi banda favorita. Visité a mi madrina en California y a mi llegada me esperaba una caja de Amazon con sus otros dos álbumes y una colección de b-sides and rarities. Disfruté conocer más música de la banda, pero definitivamente había dado encontré oro cuando di con Mountains y Survival; su debut, Choose Bronze (1999), tiene un sonido similar al de Mountains pero con composiciones considerablemente refinadas, mientras que su más reciente, Real Fear (2012), es decepcionadamente mediocre. The Casket Lottery siguieron como mi banda favorita todo mi primer año de universidad, aunque al siguiente comenzaría a desvanecer su poder y eventualmente fueron destronados.

Incluso ahora, seis años después del auge de mi amor por ellos, Moving Mountains sigue siendo de mis álbumes favoritos. Considero que, dentro de los confines del emo, es un disco realmente excepcional y único. En términos generales, su manejo de las convenciones del género (la voz chillante y emocional; la letra confesional y dada al melodrama; la combinación musical de agresión y vulnerabilidad) es excelente, pero incluso apegándose a esas convenciones hicieron las cosas a su manera; crearon un estilo único a The Casket Lottery. La tríada de Ellis (guitarra y voz), Hilt (bajo y voz) y Nathan “Junior” Richardson toca con una sincronía que a mí siempre me ha transmitido la idea de cariño; que Moving Mountains se hizo con una fuente infinita de amor, entre los involucrados y con la música. La banda también tuvo mucho apoyo de dos individuos con papeles detrás de bambalinas: Dan Askew (fundador de Second Nature Recordings, la disquera de la banda desde sus inicios hasta la pausa del proyecto en el 2003), quien junto con Ellis hizo el diseño visual del álbum, y Ed Rose, productor legendario en Kansas City y la escena emo del Midwest estadounidense, quien produjo todos los lanzamientos de la banda hasta su jubilación en el 2013.

Antes de entrar de lleno con la música, quiero darme una vuelta por el CD y el folleto, porque realmente hicieron un trabajo increíble. Como ya dije, la portada es una versión editada de Tormenta debajo de la cumbre de Hokusai, pero en realidad no existen las dos franjas negras que mencioné; la página de la portada en el folleto es más corta que las demás y el marco horizontal negro de hecho es la página de atrás. Es un detalle que sólo quienes tenemos el CD podemos apreciar pero creo que es una muestra más de la pasión que todos los involucrados sentían por el proyecto. La contraportada y la primera página son negras y contienen tres fotos pequeñas en blanco y negro de la banda, y un breve texto introductorio de Rose narrando el proceso de creación y grabación del álbum; de nuevo, otro detalle completamente aparte de la música, pero, ¡Santa cachucha madre de Dios!, ¿no son los detalles los que enamoran? El último aspecto notorio del libreto es el cambio drástico de la página con el texto de Rose y las siguientes con las letras y los créditos: el negro más puro da lugar a luz y color. Cada canción tiene su propia página, dividida en dos en sentido horizontal: la mitad superior, naranja oscuro, contiene el título en letras grandes blancas situado sobre la mitad inferior, también blanca, que contiene la letra en pequeñas letras negras y el número de la canción, enorme y naranja; es un contraste genial. Hay pocos folletos de CDs que disfruto hojear más que el de Moving Mountains. Reitero, sé que son elementos paratextuales (¿para-auditivos?) a los que no todos tienen acceso, pero, wow, en serio elevan el álbum a grandiosas alturas.

Y bien, ¿qué hay de la música? Pues, en general diría que el álbum es engañosamente complejo, sin jamás acercarse a ser experimental o progresivo. La banda rechaza casi por completo la forma verso-coro que predomina en la música popular; en su lugar optan por componer canciones de tres o cuatro partes distintas con el mismo grado de importancia; incluso si alguna llega a repetirse, no cobra la importancia que tiene un coro. Cuando sí utilizan esa fórmula —en las dos últimas canciones, “Keep Searching” y “Optimist Honor Roll”— no dan el sentimiento de que los versos existen puramente para llevar al coro; ambas secciones las tratan con la misma dedicación y afecto. Además, disfrutan cambiar de ritmo de sección a sección —a veces sutilmente, otras veces de forma drástica— o incluso saltarse a otro compás completamente 

Ellis, Hilt y Richardson (sin duda con la ayuda de Rose) son extremadamente adeptos haciendo mucho con pocos elementos: básicamente todo el álbum consiste sólo de tres instrumentos (una guitarra, un bajo y una batería), pero logran acaparar todo el espacio con un sonido lleno y rico. En términos de producción todo suena increíble, cada nota y cada golpe de tambor se escucha con total nitidez, y el tono de todos los instrumentos es brillante y suntuoso. El elemento individual de Moving Mountains que más adoro es el bajo; me regocijo al escuchar cómo se hace notar sin esfuerzo alguno, bailando entre los medios y los bajos, creando melodías deliciosas a lado de la guitarra de Ellis. Pero, honestamente, el desempeño de los tres me fascina. En términos de la voz,  el tono de Ellis es bastante estándar dentro de los parámetros del emo, pero aún así logra tener su propio estilo, aunque no al grado de la música de la banda. Hilt también canta pero nunca la parte principal; al igual que su bajo, más que nada se dedica a complementar a Ellis, lo cual resulta en dinámicas interesantes, como en el final de “A Thousand Oaks (Away From Home)” donde Ellis y Hilt se dividen el verso “All I need is salt-and-pepper sand and a handful of my best friends” (intenté marcar la división pero mejor escuchen la canción). 

The Casket Lottery no es la primera banda que viene a mi mente cuando pienso en letras excelentes pero después de escuchar Moving Mountains casi incesantemente por los últimos cuatro días realmente estoy apreciando la letra mucho más de lo que jamás había hecho. Sigo sin considerarla increíble pero es ingeniosa y escrita con una honestidad que se siente completamente genuina. Hay algunas canciones en las que la sentimentalidad es directa, pero para nada de forma negativa, como “A Thousand Oaks”, que trata sobre el anhelo por el mar y la compañía de los amigos (para quien no sepa, la playa más cercana a Kansas City está a trece horas, en Galveston, Texas); “Optimist Honor Roll”, la única canción de amor del disco; o “Keep Searching”, que trata sobre la pérdida de memoria (y, de hecho, el título y la portada del álbum vienen de esta canción [“Moving mountains in my mind / Searching for the place where everything went to die”]). También hay algunos momentos, y me parecen verdaderamente preciosos, en los que la letra es chistosa; de entrada pienso en el comienzo de “Stolen Honda”, “Bank keeps calling / Will I ever get a chance to forget you?”. Pero creo que el premio a mejor letra se la doy a la primera rola, “A Dead Dear”, por el juego de palabras entre las homólogas dear y deer en el título, y el que la canción trata sobre una pareja al borde de la ruptura que atropella un venado por ir pelándose en el coche. 

Escribir este texto revivió la chispa por The Casket Lottery que llevaba ya un par de años extinguiéndose dentro de mí, justo a tiempo para que la banda llegue a pisotearla con el lanzamiento de un nuevo álbum mediocre (Short Songs for End Times sale el 6 de noviembre, ¡espérenlo!). El ejercicio de remembranza sobre cómo los conocí también sacó de los cajones empolvados de mi mente recuerdos relacionados a la banda que zangolotearon mi cora, así que eso también estuvo lindo. Ojalá alguien le dé una oportunidad a Moving Mountains (dura media hora, ¿qué más están haciendo?) y les termine gustando; si eso pasa, mándenme un mensaje y, si alguna vez termina la pandemia, lxs invito a mi casa a escuchar el álbum en vinilo y les enseño el folleto del CD.


Mathias Ball es una persona nerviosa. Nada le gusta más que escuchar un buen álbum en el coche. Es adicto al electrolit de coco y funge como subdirector y editor en la revista Cluster.

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